Capitulo 12

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Ha ni entró en el estudio de Seung Jo por la mañana temprano. Para su sorpresa, no lo encontro delante del caballete. Las cortinas estaban corridas y la habitación vacía. Colgó su abrigo en la percha.

Oyó una respiración fuerte en el dormitorio, sonrió y cruzó el estudio de puntillas. Se paró al lado de la cama y lo miró. Estaba de espaldas, con un brazo sobre la cabeza y las mantas retorcidas entre las piernas. Al igual que cuando hacian el amor, estaba desnudo. Ha ni miró las cicatrices que tenía aquí y allá en el pecho, recuerdos de que no siempre había estado delante de un caballete.

Se sentó en la cama y recorrió con suavidad las marcas con los dedos, pidiendo en su interior que nunca tuviera que volver a vivir el horror de la guerra.

Él volvió la cabeza y murmuró algo ininteligible. Abrió los ojos y tardó un momento en enfocarla.

Sonrió y le tendió los brazos.

Ella se echó en ellos de buen grado.

—Buenos días, Seung Jo.

Su intención había sido entrar en el estudio y contarle de inmediato lo ocurrido con Parker, pero no podía soportar hablarle de eso recién despertado.

—Es maravilloso verte —la voz de él sonaba pesada por el sueño.

La besó y ella se juró que buscaría el modo de conseguir que todo les saliera bien. De acabar con la intromisión de Parker en sus vidas.

Quería amar a Seung Jo durante mucho tiempo, tanto que se negaba a pensar que podrían separarse nunca. Quizá él nunca le dijera que la amaba, pero mostró ese sentimiento siempre que la miró y la tocaba. Y en su retrato.

Él la desnudó entre besos. Sus labios en los pechos le resultaban ya tan familiares como respirar y la mano que acariciaba su piel era ya conocida. Él sabía cómo darle el mayor placer posible. A ella sólo le quedó confianza en que se lo daba también a él.

La sesión de amor de aquel día era especialmente querida para ella. Su relación, tan complicada ya que había que guardarla en secreto, podía volverse aún más difícil ahora con la proposición de Parker.

La facilidad de Seung Jo para excitarla borró aquellas preocupaciones de su mente. Cuando él gimió también de placer por sus caricias, ella se sintió triunfante y poderosa. Entre ellos era como un baile, primero se movía ella, luego él y después los dos juntos.

Una comunicación sin palabras entre ellos marcaba un paso lento, sin prisas, pero tan intenso y sensual como había sido el día anterior cuando habían hecho el amor apresuradamente.

Ha ni dio un respingo cuando la penetró. Apretó con las manos los músculos firmes de las nalgas de él, sujetándolo para que no se pierda la conexión entre ellos. A medida que crecía la pasión, fue dejar de pensar y se limitó a perderse en el baile, que se hizo más rápido y salvaje. Ella oyó su propia voz gimiendo y suplicándole que fuera más rápido.

Cuando pensó que no podría soportarlo más, el placer llegó al límite y soltó un grito. Un segundo después, él derramó su semilla en ella y se estremeció a su vez.

Ha ni pareció caer de nuevo sobre la cama flotando, sentir otra vez la textura de las sábanas en la espalda, el aire frío en la piel. Él hizo un intento parcialmente exitoso por cubrirla con una manta y ella se acurrucó en sus brazos.

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