Las dos semanas siguientes fueron gloriosas para Ha ni. Las tardes estaban ocupadas con los ensayos de Marco Antonio y Cleopatra y por las noches tenía que estar en el teatro y ayudar en lo que pudiera. Ni siquiera le importaba asistir al Salón Verde porque siempre encontraba el modo de mencionar que Seung Jo le estaba haciendo un retrato. Pero lo que hacía su vida gloriosa eran las mañanas. Las pasaba todas con Seung Jo, haciendo el amor en su cama y posando después para el retrato.
A veces, cuando pintaba, la concentración de Seung Jo era tan intensa que no hablaban en absoluto. Otras veces intercambiaban historias de sus vidas.
Seung Jo parecía seleccionar cuidadosamente la información que quería compartir. Le hablaba de la época antes de la muerte de su padre, pero muy poco de después. Hablaba de España y Portugal, de las vistas, los sonidos y los olores de allí, pero no de las batallas en las que había luchado.
Ha ni le hablaba de su infancia en el colegio para chicas, de su madre y los amantes de su madre y de cómo había dejado el colegio para unirse a la compañía de teatro.
Una mancha en aquellos momentos idílicos era el retrato en sí. Al principio le fascinaba cómo parecía flotar su imagen a la superficie a medida que avanzaban los días, pero en el retrato faltaba algo. Estaba decepcionado con él y Ha ni lo sabía bien.
Otro elemento perturbador era que el retrato estaba casi acabado. En realidad, ella ya no necesitaba seguir posando, pero ninguno de los dos hablaba de eso.
Ese día, cuando terminó de posar, se levantó a observar el retrato.
—Es precioso, Seung Jo … —se interrumpió.
—¿Pero? —él pronunció la palabra más como una acusación que como una pregunta.
—Ya sabes lo que pienso —ella odiaba repetir aquello—. Le falta sentimiento.
Él hizo un gesto de frustración.
—Yo pinto lo que veo.
El lienzo era mayoritariamente blanco, como si Cleopatra se sentara en una habitación de mármol blanco, pero el blanco tenía tonos sutiles en las sombras y color en los jeroglíficos y en otros detalles de la habitación y de su ropa. La propia Cleopatra estaba bañada en color. Su piel. Su pelo. Sus ojos, bordeados de negro. El dorado alrededor de su cuello resplandecía y el color rojo del cojín del mueble donde se reclinaba hacía juego con el de sus labios.
No tenía duda de que allí había mucha maestría, pero faltaba lo que hacía especial el trabajo de Seung Jo. Había intentado explicárselo una y otra vez.
—Estás ignorando el sentimiento —no sabía cómo decirlo de otro modo.
Él negó con la cabeza.
—Esto no es distinto a cuando pinté a Min Ha.
—El cuadro de Min Ha la hacía parecer viva. Podías ver la pasión juvenil en su cara, todas sus esperanzas y anhelos de futuro.
Seung Jo levantó una mano.
—Eso son tonterías, Ha ni. Min Ha posó para mí y yo pinté lo que vi.
—Entonces a mí me ves plana y sin vida —ella alzó la voz—. Cuando pintaste a Min Ha, mostrabas cuánto la querías.
Él se enderezó.
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Mujer Prohibida
Teen FictionEn pleno siglo XIX, se desenvuelve esta hermosa historia de amor entre un joven pintor atormentado por los sucesos vividos en la guerra Seung Jo Baek y una bella actriz Hani Oh que vive con los prejuicios de la sociedad Londinense de aquella época...