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—Déjenlo en paz.
La niña se paró a un lado del niño al que hace poco le hacían burlas. Se limpiaba las lágrimas con las mangas de su camisa mientras veía con asombro a la fémina frente suyo.
Por ser el chico introvertido y callado del salón, nunca nadie se había parado a defenderlo. Y mucho menos de Tat-chan, el niño popular.
Pero lo que más le sorprendía, es que la niña que lo estuviera defendiendo fuera _______________, la niña más bonita y brillante de todo el grado. Era callada y seria, pero también era amable y sonreía de vez en cuando. No se le veía hacerlo muy seguido.
—Hazte a un lado, _____________ —le dijo Tat-chan, riéndose con su grupo de amigos—. Solo estamos jugando con Garou, ¿cierto? —lo vieron intensamente. El susodicho tragó saliva nervioso.
Solo era un juego, después de todo.
—¿Y qué tiene de malo ser el kaijin?
Todas las risas se callaron. Hasta los sollozos de Garou se silenciaron cuando la escucharon decir eso.
—¿Estás loca? —exclamó otro niño enfadado.
—¡El kaijin siempre es el malo!
—¡Sí, y los malos pierden!
—Hmm... —dijo cruzándose de brazos, y recargando su peso en una de sus piernas. Su flequillo tapaba levemente uno de sus orbes, pero eso no evitó que su mirada intimidara a los niños—. Lo que ustedes no saben, es que todos los villanos, sin importar qué tipo de villano sean, en algún momento, fueron héroes —los niños apretaron sus dientes—. Son héroes caídos. Sacrificaron lo mismo, o incluso más, que los héroes. Así que no tienen derecho a decir que siempre son malos y que siempre perderán.
—¡Cállate! —Se veía molesto; sus dientes y puños estaban apretados, y su ceño se contrajo con tanta molestia que pareciera que estaba a punto de estallar—. ¡Sujétenla!
Garou se asustó más.
¿Golpearían a una niña? ¿No perjudicaría eso a Tat-chan y a los demás?
—Oe, ¡¿qué esperas, Garou?! —los volteó a ver en pánico—. ¡Sujétala de los brazos!
¿Realmente les haría caso?
Vio asustado a la niña que solo veía todo en la misma posición, con un semblante tranquilo. No parecía perturbada en lo absoluto por lo que le fueran a hacer.
—De hecho, si se ponen a pensar —sonrió con los ojos cerrados, la cabeza hacia abajo de manera leve—, los kaijin son unos tipos increíbles.
—¡Cállate, cállate, cállate!
Corrió hacia ella, listo para pegarle un puñetazo, pero la niña solo se hizo a un lado, esquivando el ataque, y de paso poniendo su pie. Eso ocasionó que el niño cayera de cara contra el suelo.
