5. Caperucita roja y... ¿el lobo feroz?

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Mientras caminaba en los pasillos de la universidad escuchó aquel apodo que hace apenas unos días lo habían vuelto a pronunciar. Sabía perfectamente quién le había hablado.

— ¡Nena! —volvió a gritar Patrick, con odio.

Lo ignoró, siguió caminando hacia el campo de americano hasta que sintió su espalda contra un casillero.

— ¿A dónde crees que vas?

Steven apretó sus puños. «Tranquilízate...», pensó.

— ¡Responde, Maxwell! ¡Deja de comportarte como una maldita nena!

Trataba de tranquilizarse lo más rápido posible. Sabía que si no lo hacía perdería la cordura y todo acabaría mal. Demasiado mal.

— ¿O es que acaso tu amada Girasol te ha quitado la lengua?

«Hasta aquí», se dijo a sí mismo Steven. Y sin tener compasión de Patrick, lo agarró de los hombros, le dio la vuelta y lo azotó contra el casillero.

—No te atrevas a hablar así de Girasol.

Patrick sonrió.

—Así que es cierto... —siguió— todavía quieres cogértela.

Un sonido hizo que todos voltearan. El puño de Steven había aterrizado en la mandíbula de Patrick haciendo que esta rebotara contra el casillero.

— ¡Y que te quede claro que la próxima vez no tendré piedad!

Y retomó su camino hacia el campo. Al llegar todos se encontraban reunidos mientras escuchaban atentamente lo que el coach decía, cuando se acercó pudo confirmar el anuncio que la directora había dado anteriormente. Ahí estaban todos, contando a Trevor, algunos de sus "amigos" y enemigos; entre ellos se encontraba nada más y nada menos que el mismísimo Jack.

—Y para que nada se vea afectado seguirán teniendo el mismo puesto que antes —dijo el coach.

— ¿Qué me perdí? —susurró Steven.

Trevor volteó a verlo y sonrió.

—Viniste.

Asintió.

—Serás receptor, de nuevo.

«Esto se pondrá interesante», pensó el pelinegro y sonrió.

—Entonces... ¡a entrenar! —gritó el coach.

Todos comenzaron a distribuirse por todo el campo. Algunos iban entre pequeños grupos mientras que otros iban solos. No había banda musical ensayando ni porristas practicando. El campo era solo para ellos en esos momentos. Antes que Steven comenzase a entrenar el coach lo detuvo.

—Qué bueno es verte por acá, Maxwell.

—No me quejo.

El coach rompió en carcajadas. Apenas Steven comenzó a trotar, lo detuvo de nuevo.

— ¿Y Patrick?

Steven apretó los labios.

—Quién sabe.

—Sabe muy bien que no debe faltar a los entrenamientos... —musitó el coach—. Anda, ve a buscarlo.

— ¿Qué?

— ¿Acaso estás sordo, Maxwell? ¡Ve a buscarlo!

— ¿Por qué? ¿Por qué no va otro? —lo enfrentó.

— ¡Ve o te saco del equipo!

Gruñó. «No debí de haber regresado» Salió a zancadas del campo en busca de su propia muerte.

GirasolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora