Siempre recordaré el frío que dominaba aquella noche. Podía ver mi propio aliento y se me entumecían las manos; no obstante, era la única que tenía la suerte de seguir respirando. Debía huir de aquello, al menos por mí.
Me desperté esa mañana sudando. Había vuelto a tener aquella pesadilla horrible: no importaba lo lejos que huyera de ella que venía a mis pensamientos, una y otra vez. Al menos, ese horrible sueño me ayudó a levantarme rápido de la cama.
Hoy era un día importante: a las afueras de la capital nipona, se inauguraba la primera edición del campamento de entrenamiento para cazadores de demonios. Debido a las cada vez más frecuentes bajas y al estancado número de incorporaciones al cuerpo, a algún responsable de las altas esferas se le había ocurrido organizar un campamento para enseñar a voluntarios nociones básicas de combate. Posteriormente, se les iría sometiendo a diversas pruebas para determinar sus habilidades y discernir entre los que realmente servirían de ayuda y los que no. A estos últimos, se les ofrecería una espada temporal especial para combatir contra aquellos seres malignos en una prueba llamada «La selección final».
«Con suerte (en serio, con mucha suerte), pasarías la prueba y te incorporarías al cuerpo oficial de los cazadores de demonios», pensé. Realmente lo hacía por tener un sueldo fijo y porque, aunque no quisiera admitirlo, quería hacer algo en mi vida, por una vez, de lo que sentirme orgullosa. Quería encontrar algo que me llenara. Estaba harta de divagar sin ningún rumbo: a unas malas, si veía que no tenía futuro, podía retirarme y terminar buscando otra cosa.
Me coloqué mi haori marrón y me até el pelo: mi ropa era muy sencilla, aunque tampoco es que me pudiera permitir otra (ni la necesitaba), conque fuera cómoda me bastaba. Ya llamaría bastante la atención por otras cuestiones, por lo que me venía mejor que fuera algo insulso.
El lugar de la prueba no estaba muy lejos de donde me hospedaba temporalmente, así que, tras unos 40 minutos de paseo por los campos de cultivo, llegué al lugar; ya por el camino había observado a unos cuantos muchachos, siempre paseando en grupo, hablando y riendo. Yo no conocía a nadie, pero a estas alturas tampoco me importaba mucho.
Se notaba que el cuerpo de cazadores no estaba en su mejor momento: las cercas que rodeaban el campo de entrenamiento y las demás instalaciones eran de materiales de bajo coste y que servirían, hablando mal y pronto, para hacer un apaño. Algunos señores vestidos con el uniforme oficial nos guiaron a todos en fila dentro del campo de entrenamiento: ya me lo esperaba, casi todos eran chicos y todos, absolutamente todos, eran japoneses... todos menos yo. Mis rasgos faciales llamaron la atención de algunos curiosos, que cuchicheaban entre ellos; algunos me observaban con sonrisas maliciosas y se veía desde lejos que sus intenciones no eran buenas. Pero todos se volvieron al acercarse al centro del campo y contemplar a las personas que estaban allí paradas: eran todos los pilares, los cazadores de mayor rango en el cuerpo.
Automáticamente se hizo el silencio. Estos cazadores no eran personas corrientes; esto podía notarse solo por la presión que ejercía su simple presencia.
—Vaya~, sí que tenemos a gente madrugadora por aquí— dijo una de las dos pilares presentes. Tenía un adorno en el pelo con forma de mariposa y un haori extraordinario— Entonces no nos queda otra que empezar ya. Rengoku-san, si eres tan amable...
—¡Por supuesto!—exclamó uno de los hombres con voz enérgica. Era bastante joven, y parecía que estaba casi todo el tiempo sonriendo—Mi nombre es Kyojuro Rengoku, pilar de las llamas. Mis compañeros pueden presentarse también ahora, si lo consideran oportuno.
A continuación, se fueron presentando los demás pilares. Solo con unas pocas palabras podías discernir una fuerte (y diferente) personalidad en cada uno de ellos. Luego, el hombre de la voz enérgica continuó hablando:
—Nosotros seremos también vuestros profesores: supervisaremos vuestros entrenamientos y os ayudaremos hasta el proceso de selección final. Ahí, tendréis que apañároslas solos. Sin embargo, ¡no dudo de que lo haréis bien! ¡Confío en cada uno de vosotros!— Algunos pilares pusieron caras de circunstancia, como si dudaran un poco de las premoniciones que este hombre, de pelo rubio y rojizo, pregonaba. —Ahora, y sin más dilación, ¡comencemos el entrenamiento!
Todos los presentes se miraron, los unos a los otros, con cierta incredulidad. Ni siquiera nos habían dado tiempo para procesar que serían los propios pilares los que nos enseñarían: en realidad, tenía cierto sentido, ya que así se aseguraban de que el mayor porcentaje posible de cazadores de demonios saliera victorioso de ese entrenamiento.
Un chico, de estatura mediana, levantó la mano con indecisión:
—¿Quieres preguntar algo? ¡Adelante! —dijo esta vez un pilar con el pelo plateado y con un atuendo un tanto... extraño.
—Esto... bueno, no soy nadie para dar mi opinión en esto, pero... ¿no deberíamos saber antes algo sobre las respiraciones? Cada uno tendrá que entrenar un tipo de respiración diferente...¿no?
—¡Buena pregunta chico, pero quizá demasiado apresurada! Antes debéis saber técnicas básicas de combate y mejorar enormemente vuestra resistencia: os queda un largo y sufrido camino antes de poder ni siquiera pensar en las respiraciones —finalizó el chico peliblanco con una sonrisa un tanto pícara. —Así que, ¡a entrenar, vamos!
El entrenamiento comenzó en ese mismo momento y duró gran parte del día. Supuse que sería duro, pero no hasta ese punto. Tuve la sensación de que iba a morir en varios momentos, aunque, según cierto pilar extravagante, eso era «algo normal» y «no teníamos que pensar en ello, que era solo el principio»: «la cuestión no es que sintáis que vais a morir, ¡tenéis que llegar al punto en el que prefiráis morir!» respondió el pilar extravagante, Tengen, acompañado de una carcajada.
No sé si el objetivo del entrenamiento era atemorizarnos, pero, desde luego, lo había logrado en muchos voluntarios. Al finalizar el día, unos soldados nos llevaron a lo que serían nuestras nuevas residencias: la «zona residencial» se componía de unas pequeñas cabañas prefabricadas en las que había espacio para cuatro o cinco personas. A muchos de los presentes les desagradó la idea de dormir allí, pero para mí fue una excelente noticia: se me acababa el dinero para pagar la posada en la que me alojaba, y podría levantarme un poco más tarde, cosa que agradecía debido a mis usuales problemas para dormir. Pese a ellos, después del cansancio de ese día, tardé más bien poco en caer en los brazos de Morfeo.
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Siento que el principio no tenga mucha emoción, pero prefiero que empiece lentito pero que tenga un poco de sentido. (。。*)
Si queréis (si no, no pasa nada) podéis dejarme un comentario para saber si alguien está por ahí, al otro lado de la pantalla, leyendo mis aventuras (me haría bastante ilu).
¡Muchísimas gracias por leerme! ٩(。•́‿•̀。)۶
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Mi adorable sucesora (Kyojuro Rengoku x Lectora)
FanfictionSiempre huía del recuerdo de aquella noche: aquel frío penetrante y cruel, aquel... vacío. ¿Lograría algún día olvidar esa pesadilla? ¿Lograría alguien hacer arder mi corazón? Esta es mi primera historia aquí, así que espero que podáis disfrutarla...