Capítulo 3: El principio de una nueva oportunidad

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Para cuando estaba cerca, ya casi había anochecido. Me sentía un poco torpe por la charla con el pilar y caminé bastante más lento que de costumbre (encima de que, realmente, mi cabaña tampoco estaba muy lejos).

El cansancio acumulado de estos días se me amontonó en la espalda como una gran y pesada roca, mas toda esa sensación se desvaneció de golpe al ver algo inusual en la puerta de mi cabaña: cinco compañeros pertenecientes a varios equipos me estaban esperando. De repente, centré toda mi atención en un intento de analizar la situación, pero ellos se adelantaron:

—¿Qué tal, 外国人 (Gaikokujin, literalmente «persona extranjera»)? ¿Te lo has pasado bien con tu maestro?— me preguntó uno de ellos, mientras los demás se reían.

Los conocía bien: podría decir que eran prácticamente los causantes de cualquier acoso que fuera hacia mi persona directa o indirectamente. Uno de ellos, Hokama Rokuro, estaba también en mi grupo de entrenamiento, con Rengoku-san. Probablemente le hubiera contado a los demás lo que pasó esta mañana y por eso vinieron todos a burlarse de mí.

—¿No tenéis más que hacer que fijaros en lo que hago todo el rato?— intenté mostrarme indiferente, pero realmente me intimidaba bastante la situación: eran cinco contra uno y no había nadie paseando a esas horas de la noche— ¿Os habéis reído ya? ¿Me dejáis pasar de una vez?

—Pobrecita, estará cansada después de tanto ejercicio, ¿no? Eres realmente repugnante— sus rostros reflejaban cómo eran esos chicos por dentro: repulsivos.

Seguí fingiendo que no me importaba y evitaba la confrontación: lo único que haría sería empeorar la situación. No obstante, Hokama soltó algo que me hizo enfurecer lo suficiente como para que no me importara que me echaran del campamento pese al esfuerzo de los últimos meses:

—Se cree alguien solo porque Rengoku le presta atención. Todavía no te das cuenta de que solo te quiere para lo único que sirves, ¿no? Solo se acerca a ti durante los entrenamientos para tocarte un poco y poners-

Me aproximé a él furiosa y le agarré la cara fuertemente, haciéndole marcas donde estaban mis dedos por la presión. No quería agredir a nadie, pero era lo mínimo que podía hacer para controlar mi ira— Escúchame, trozo de escoria: di lo que quieras sobre mí, no me importan tus comentarios de hombrecito frustrado. Pero no se te ocurra decir ni una palabra sobre él. Tienes suerte con solo poder pronunciar su nombre, ¿me oyes?

En ese momento, uno de sus amigos me agarró por la espalda:

—Cálmate, maldita zorra. No podemos agredirnos entre nosotros, es una norma básica, ¿no te acuerdas, o es que no entendiste el japonés en las instrucciones, kuso Gaikokujin?— (literalmente, «maldita extranjera»).

—¿Agredir? No, qué va, solo lo estaba agarrando cariñosamente para recordarle lo que es— intenté zafarme de su agarre, pero justamente otros dos chicos me agarraron también.

El grupo se unió en una atronadora risotada y uno de ellos respondió, amenazante:

—Ah, ¿sí? Claro. Pues ahora vamos a recordarte lo que tú eres, una zorra asquerosa. Vamos, Hideki, abre la puerta.

Me llevaron entre los tres mientras Hokama se reincorporaba y Hideki, el cuarto chico, abría la puerta. Dentro estaban mis compañeras, que se quedaron inmóviles al ver tal escena de repente:

—Venga, (T/N), enséñanos lo que le haces al pilar— entre risas, empezaron a agarrar mi ropa, intentando desvestirme a la fuerza. Yo forcejeaba sin querer creerme lo que estaba pasando, aunque, sinceramente, no sé cómo podía esperar algo mejor de ellos: al final, son humanos. La misma escoria que provocó lo de aquel día...

Mi adorable sucesora (Kyojuro Rengoku x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora