Capítulo 6: Vuelta al comienzo

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Tras un largo camino, llegué al poblado que se encontraba cerca del campamento de entrenamiento: a pesar de que la selección final había terminado por la mañana, estaba tan hambrienta y cansada que avancé lentamente, llegando al lugar acompañada de la incipiente noche.

Lo primero que necesitaba era buscar un lugar para comer: ya llevaba casi dos días sin probar bocado. Aproximadamente unas tres o cuatro horas antes, mi cuervo llegó volando y depositó en mis manos un trozo de pan, que contemplé ansiosa. El ave solo exclamó «¡Ta-be-mo-no!» (comida) con su particular entonación. En ese momento ni siquiera me cuestioné de dónde había sacado el pan. Cuando me disponía a saborear el farináceo tesoro, escuché en las cercanías a un niño sollozando, mientras buscaba exasperado el panecillo que le había dado su madre para merendar. Por la desesperación de comer, quise ignorarlo, pero iba a sentarme mal la comida si no le devolvía al niño lo que le pertenecía.

Al chiquillo se le iluminó el rostro cuando tuvo de vuelta su preciada merienda. «Si las sonrisas alimentaran...» pensé. Realmente me alegraba de haber ayudado al chico, pero haber tenido la comida justo delante de mí y rechazarla era peor que no haberla visto.

Recordando esta pequeña historia que me ocurrió en la tarde, volvió a rugirme el estómago. Después de cenar, me alojaría en la misma posada que encontré el día previo a mi inscripción al grupo de aspirantes a cazador de demonios. Parecía mentira la de tiempo que había pasado desde ese día: vine aquí sin muchas expectativas, y ahora vuelvo aquí queriendo evitar altas expectativas de otras personas: especialmente de Rengoku-san.

Antes de cruzar la entrada del pueblo, me percaté de una figura familiar sentada en uno de los bancos que adornaban el lugar. No podía creerlo. Con cierta indecisión, pregunté:

—¿Rengoku-san? ¿Es usted? — El hombre allí sentado se levantó bruscamente al oír mi voz y se acercó con rapidez.

—¿(T/N)-san? ¡Menos mal que has vuelto! Me tenías tan preocupado... Vi pasar a unos muchachos que parecían venir de la selección, pero no había rastro de ti. Me dijeron que te vieron salir, pero que luego ya no se encontraron más contigo. Temía que te hubieras perdido o que te ocurriera algo peor. Estaba a punto de salir a buscarte.

—Siento muchísimo las molestias que le he causado, Rengoku-san. No era necesario que me esperara, y mucho menos por tanto tiempo. Simplemente estaba cansada y no avancé tan rápido como me hubiera gustado. Además, tuve alguna experiencia que me retrasó un poco.— Al recordar de nuevo el incidente del pan, mi estómago rugió notoriamente. No era suficiente el sentirme decepcionada conmigo misma por hacer que una persona de su rango perdiera el día esperando al frío raso, sino que ahora sentía una tremenda vergüenza por el sonido de mi barriga. El pilar se pasmó y en seguida introdujo su mano en una bolsa, removiendo un par de cosas. Al sacarla, me extendió un onigiri (bola de arroz japonesa).

—¿Tienes hambre? Te traje algo de comida por si te apetecía: no es mucho, pero...—se detuvo al contemplar mi expresión. Ni siquiera pude hablar, lo acepté y directamente me lo metí en la boca y comencé a masticar. En ese momento, juraría que era lo más delicioso que había probado en toda mi vida. Sin ni siquiera darme cuenta, se me humedecieron los ojos y dos lagrimones comenzaron a caerme por las mejillas. Rengoku-san me miró con una expresión de ternura y me ofreció también una botella de agua.

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Mi adorable sucesora (Kyojuro Rengoku x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora