Capítulo 8: La ceremonia de los Tsuguko

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Una vez me había calmado un poco y ordenado todas mis cosas a mi gusto, salí de la habitación. Era ya prácticamente la hora de comer, así que me dirigí a la cocina con la intención de preparar algo de comer a los hermanos, y, de paso, saber los gustos gastronómicos de ambos.

Cuando llegué a la cocina, me percaté de que ya estaba la comida puesta: el mayor justamente iba a salir de la habitación, por lo que me encontró delante de la entrada:

—¡Oh, (T/N), justo a tiempo!, iba a avisarte de que ya estaba la comida lista; la hicimos juntos Senjuro y yo, aunque debo admitir que a Senjuro se le da mucho mejor que a mí la cocina. —Una pequeña risita escapó de sus labios mientras se rascaba la cabeza.— Espero que te guste.

Fruncí un poco el ceño, aunque no pude poner una cara seria teniéndolo a él delante, con esa expresión tan feliz, sobre todo cuando ya me empezaba a llamar sin honoríficos.

—Pero ¡Rengoku-san! Le dije que yo me encargaría de la comida y de la limpieza...

Al rubio la expresión le resultó divertida, por lo que volvió a sonreír y me respondió:

—¡Hoy cocinamos nosotros para recibirte! Mañana si quieres puedes demostrarme tus habilidades culinarias. —Mientras terminaba su frase, guiñó un ojo amigablemente, haciendo que me sonrojara con suavidad.

—No se me da especialmente bien, pero al menos supongo que hago cosas comestibles... —Bajé un poco la mirada instintivamente mientras pronunciaba las últimas palabras. La verdad es que no consideraba que destacara especialmente en cocinar, tampoco me había importado mucho, ya que solía hacerlo con el único propósito de alimentarme.

—¡Ya veremos! No soy tampoco difícil de contentar cuando se habla de comer. — Volvió a la cocina y desplazó un poco una de las sillas, indicándome que ese era mi sitio.

Me senté donde se me había indicado. Luego, Rengoku-san tomó uno de los platos y lo llevó a otra habitación. Senjuro aprovechó para sentarse en frente de mí, ya que la mesa ya estaba lista. Me empezó a mirar con inquietud, hasta que por fin parece que se decidió a empezar tímidamente la conversación:

—(T/N)-san...

—¡Oh, por favor, llámame sin honoríficos! Perdón por la interrupción, dime. —Le sonreí instintivamente. Su rostro es tan amistoso que me hacía querer ser cercana a él por naturaleza. Al ver mi reacción, reunió un poco más de valor y perdió los nervios.

—Lo mismo digo entonces, puedes hablarme con confianza. La verdad es que me gustaría contarte algo antes de que mi hermano volviera, ya que no quiero que lo comentemos luego y se desanime un poco... —Su expresión se tornó algo consternada. Yo, por mi parte, me mostré accesible.

—Claro, cuéntame sin problemas.

—La cosa es que en esta casa también vive nuestro padre. Mi hermano acaba de ir a llevarle la comida, ya que no suele pasar tiempo con nosotros. Él no quiso salir a recibirte, y puede que si os encontráis te trate algo mal... —Noté como le costaba continuar.— Por favor, ten paciencia con él, desde que murió mamá ya no es el mismo... A mi hermano no le gustaría nada que pensaras que es por tu culpa, a él le hace mucha ilusión que vivas aquí. De verdad, trata así a todo el mundo...

Sin saber cómo terminar la conversación, para evitar un momento incómodo, concatenaba una frase tras otra, por lo que me tomé la libertad de interrumpirlo de nuevo:

—Senjuro... —Me senté un poco mejor y acerqué la mesa a la silla.— Antes que nada, siento muchísimo lo de tu madre; aunque no la conocía, juzgando por como sois, no me cabe duda de que era una mujer maravillosa. Gracias por contármelo y por preocuparte tanto por la felicidad de Rengoku-san, eres un hermano increíble.

Mi adorable sucesora (Kyojuro Rengoku x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora