Capítulo 15

24 1 0
                                    

Llevaban una semana navegando, y Yonji sólo podía afirmar una cosa. 

Odiaba navegar. 

Por lo visto, llegar hasta Yukia no iba a ser fácil, ni siquiera desde el principio. 

Una noche en la que no podía conciliar el sueño salió a la borda y se apoyó en la baranda, observando las estrellas y aguantando las ganas de vomitar. 

Sabía que su padre no se quedaría de brazos cruzados al descubrir que se había largado. Y en cierto modo estaba muerto de miedo, porque la simple perspectiva de encontrárselo podría significar perfectamente el que lo desheredara, o peor todavía, la muerte. 

Le daba igual qué pudiera pasarle a él, porque hacía tiempo que su propia existencia apenas le importaba. Pero no podía ni imaginarse que le pudiera pasar algo a Yukia. 

Su vida había sido gris y un completo sinsentido hasta que Yukia apareció delante de él, con aquel mono verde y aquella actitud tan rebelde que lo atrapó desde el principio. 

Saber que ella estaba atada al mismo infierno le reconfortaba en gran manera. 

Pero nunca pudo imaginarse que terminaría así, tan impregnado de ella que la necesitaba para seguir viviendo. 

Su mirada se perdió en la inmensidad del mar, que brillaba débilmente por la luz de luna en su superficie. Se preguntó cuántas veces habría jugado Yukia entre las olas, quizá con delfines o otras sirenas, o si se habría enamorado alguna vez antes de él. 

Seguro que sí. Si había terminado pillada por él (o eso suponía), tenía que haber habido otro antes. 

Pero, ¿por qué se comía la cabeza con esas cosas? ¿Acaso le hacía algún bien pensar que si habría tenido algún amorío antes? Era imbécil. 

Suspiró y miró de reojo a una figura que se movía con cuidado por la cubierta. Siguió observando el mar y una melena naranja se colocó a su lado. 

-Así que tú eres el hermano de Sanji -dijo Nami mientras se ponía de lado y lo miraba. Yonji la miró de reojo: sí, se acordaba de ella. 

-Sí -le respondió seco. No tenía ganas de hablar con nadie. 

Además, sentía que si hablaba demasiado vomitaría. 

-Nos vimos en la boda de Sanji, ¿verdad? -le preguntó ella, y él asintió-. ¿Se te ha comido la lengua el gato o qué?

-Si quieres que te vomite, hazme hablar -le dijo con dificultad Yonji, que trataba de aguantar las arcadas. 

Nami soltó una carcajada y Yonji asomó la cabeza de nuevo por la borda para vomitar. Se lo repetía una y otra vez, como una especie de mantra: No volver a navegar nunca más. 

-¿Nunca has navegado? -volvió a preguntarle Nami una vez que hubo parado. Yonji negó mientras se sentaba en la borda-. No te preocupes, te terminas acostumbrando. Por lo que nos ha contado Sanji, este viaje va para largo. 

Yonji la miró arqueando una ceja. Se había imaginado que no sería cosa de un día, pero por el tono de la chica pudo entender que probablemente sería una travesía de meses, quizás años. 

De pronto, un vacío apareció en su estómago. ¿Y si en realidad estaba haciendo el canelo y no servía para nada lo que estaba haciendo? 

Sintió que se mareaba al considerar la opción de no volver a ver a Yukia nunca más. Porque, ¿quién le decía que en realidad estaba muerta y que el viejo ese sólo le había contado cuentos a su hermano y a él? ¿Y si la tripulación estaba haciendo aquel esfuerzo para, al final, nada?

An arranged marriageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora