Entramos a su auto el cual estaba parqueado por una parte de atrás del instituto donde no pasaba absolutamente nadie. Al parecer sólo tenían acceso a esa zona los maestros.
Íbamos corriendo por la carretera principal y eso me hizo sentir menos angustiada, al menos me secuestraría delante de la gente. Venían muchos autos detrás y delante.
Su carro tenía puertas de tijeras. Si no me equivoco así le dicen a estas puertas que se abren hacía arriba. Era descapotable y de color blanco.
—El viento te sopla bien —dijo de repente mientras descuidaba el volante para mirarme.
Mi pelo al igual que el de él iban volando agresivamente hacia atras.
—A ti también —le contesté y desvié la mirada al instante.
—¿Quieres poner música?
—No.
—Intentaba ser cortes, igual pondré —agarró el volante solo con la mano izquierda y la derecha buscaba reproducir una canción.
Grosero.
No dije nada y seguí con mi vista al frente todo el camino, recosté mi cabeza al asiento y dejé que el aire impactara como quisiera sobre mi cara. Duramos en carretera unos diez minutos hasta que llegamos.
Nos paramos frente a una casa de dos plantas con paredes negras y blancas, tenía un garaje al lado del mismo color.
—Bienvenida a mi dulce hogar —abrió sus brazos en forma de presentación.
—A lo que vinimos, ya.
Era increíble lo cortante que estaba actuando, porque suelo serlo, pero con él se destaca más. Como si quisiera estar a la defensiva todo el tiempo a su lado.
—Por supuesto, pasa.
Abrió la puerta principal dándome entrada y justo cuando me fui acercando me fijé más de cerca en el garaje, había un auto.
El mismo auto negro de aquella noche. Lo sabía.
—No se porqué me sorprende ver el mismo carro aquí parqueado.
—Si te sorprendieras no fueras una buena futura detective —dijo mientras me hacía seña de que pasara.
Entré a la casa y era muy acogedora, se alcanzaba a ver la cocina y la sala era muy grande. Bastaba un gigante televisor y unos cuantos cuadros de extrañas pinturas para hacerla lucir. Era un lugar muy minimalista y eso lo hacía hermoso. En el fondo una escalera circular que daba hacia arriba.
—Subamos —ordenó sin esperar una respuesta de mi parte, solo subió descaradamente.
—Si me vas a matar creo que te la estoy poniendo demasiado fácil.
Y era la verdad, en otros momentos me imaginaría muy asustada y al borde de hacerme pipí. Pero con Austin a pesar de sentir que todo anda mal con él, me sentía desafiante y fuerte ante su presencia.
Subimos y habían seis puertas de color negro, tres de cada lado. Él se dirigió a la última del lado derecho.
Entramos a una habitación con una cama enorme, dos mesas de noche de lado y lado. Un televisor igual de grande que el de la sala, y un closet con dos puertas de gran tamaño. No estaba decorada y aun así se veía bien.
—Siéntate —volvió a ordenar. Yo miré la cama dudosa y él volvió a hablar con una sonrisa burlona— no ahí, hay muebles detrás de ti.
Sentí un ardor que subía a mi cara de la vergüenza, miré hacia atrás y había un pequeño hueco que daba a unos sillones y unas cajas cerradas.
Aun así decidí quedarme parada.
—Habla ya, Austin.
—Ya voy, Laia —dijo imitando mi tono y rodé los ojos.
Él agarró uno de los sillones y se sentó delante mío.
—Seré muy breve y espero entiendas —comenzó mientras se recostaba.— En primer lugar no he planeado que me vieras aquella noche, y sería muy tonto pensarlo porque ni que tuviera poderes para hacerte querer entrar al bosque justo en ese momento.
Tenía razón, por ahora.
—Mi hermano Gael estaba resolviendo unos asuntos y fui en busca de él...
Lo interrumpí.
—Me imagino que tu hermano era el que golpeaba.
—En efecto, ¿en qué semestre vas de criminología? Has estado haciendo tu tarea —sonrió y yo también lo hice de forma victoriosa.
Esa sonrisa tan irónica y divertida...
—Ya creo que eso ahí está aclarado —asentí—. Soy psicólogo, y esa universidad hace tiempo necesitaba a un profesor en esta área para el quinto semestre y me postulé y por supuesto que me aceptaron. No tiene nada que ver con alguna persecución hacia ti.
De repente me empecé a sentir como una estúpida obsesionada con ideas que no existían, hasta que dijo lo siguiente:
—Pero si hay algo que tienes que saber, solo que no tan rápido.
—¿Cómo así? —cuestioné.
—Como tú sabrás, hay personas malas que están de más en el mundo. Personas que hacen daño sin pensar en el dolor del otro —asentí— sin importar la edad del otro.
Volví a asentir lentamente mientras me llegaban recuerdos indeseables, sacudí la cabeza.
—Solo quiero que confíes en mí, se que no me conoces lo suficiente y quizás tengas una muy mala percepción mía —dijo al mismo tiempo que se paraba del sillón y quedó a pocos centímetros.
Por un momento me sentía como si me estuvieran dando una charla reflexiva, aquella mujer fuerte que había llegado aquí se volvió muy débil en cuestión de minutos.
—¿A qué quieres llegar específicamente? Dime ya —le exigí mirándolo fijamente.
—Acompáñame en una investigación, y luego de eso te juro que entenderás muchas cosas. Y te preparará a ti para otras.
Lo dice como si no estuviera en la habitación de un desconocido el cual me está hablando de manera muy extraña y que efectivamente no es como dos personas comienzan a interactuar.
Di la vuelta en mi propio eje y me quedé mirando hacia la puerta y suspiré.
¿Qué podría estarme queriendo "enseñar"?
No tengo nada que perder si acepto, al final si no lo hago me quedaría con esa duda de por vida.
—Está bien —me voltee rápidamente y él asintió con una sonrisa tierna, de comprensión.
—No te pasará nada, sólo será una forma mas dinámica de explicarte cosas que debes saber.
—¿Y se puede saber que cosas son esas?
—Si te las digo te alterarías y vas a querer respuestas rápido. Te necesito firme y fuerte. Más de lo que ya eres.
Lo dice como si me conociera.
—Espero esto acabe pronto, Austin. No estés jugando conmigo.
Y justo cuando me iba a responder se escucharon unos gritos.
—¡LAIA! ¡LAIA! ¡LAIA! ¡SOY YO! ¡EMMA!
Me aterroricé por un momento.
¿Qué hacía aquí?
Salí rápido de la habitación y bajé lo más pronto posible. Escuché los pasos de Austin detrás.
En cuanto estuve en la sala miré a todos los lados y justo en la parte trasera de la casa, atrás de las escaleras, ahí estaba Emma.
Estaba en los brazos de...
¡El chico del bosque! ¡El que estaba golpeando!
Gael, el hermano de Austin.
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Justicia en nuestras manos
De TodoLaia estaba segura que había hecho lo correcto, pero a veces se sentía una mala persona. Llegó él a darle esa seguridad completa. Ahora juntos lo hacían, y hacen justicia por sus propias manos.