La fiesta

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Cuando fui por primera vez a casa de Austin y subí al segundo piso, me sorprendió el hecho de que hubieran seis puertas ya que solo son dos. Ahora lo entendí.

Aparte de haber una habitación para ejercicio, una oficina, un cuarto de baño, las habitaciones de cada uno, había una totalmente vacía que solo contaba con unos clavos en la pared para atar a cualquier persona con una soga desde ahí.

Mi primera impresión fue de asombro absoluto, se sentía un ambiente distinto. La misma sensación de ver una película de terror donde los protagonistas de la nada quieren irse a un bosque a oscuras; ansiedad.

Luego de poner a Edward ahí le empezaron a hacer preguntas sobre Dominic y todo lo que le hacía. Lo que no sabía era que estaba siendo grabado.

Llegó un punto donde no aguanté más información y quise irme, y así fue.

Austin fue detrás de mí y me comprendió, se ofreció a llevarme a casa y acepté.

Terminó de pasar la semana normalmente. Fui a clases y les conté a Emma y Raizel lo que había pasado hasta ahora. Mi padre por otro lado se notaba preocupado, pero no decía ningún motivo y actuaba como si no lo estuviera.

¿Dominic? Estaba diferente, se veía una persona la cual había vuelto a la luz, llevaba unos audífonos y se la pasaba tarareando muy alegre. La miraba de lejos y se me apretaba el corazón de felicidad.

Sin embargo, estoy segura que Edward no la estaba pasando bien. No volví allá, pero me mantenía en comunicación con Austin. Le preguntaba constantemente que estaba pasando y me respondía que no hacía falta que lo supiera, pero algo que me llamó la atención fue cuando me dijo:

"Ni saliendo de presión podrá volver a violar a otra persona. Además, sus tobillos también han sufrido un accidente, capaz tampoco pueda caminar."

No quería imaginarme que tanto habían hecho, y tampoco lo averiguaré. Pero estoy feliz de lo que sea que esté pasando.

Ya es sábado en la noche, a ley de horas para ir a entregarlo a la policía y ya haber completado la misión. ¿Qué si todavía no entiendo que pinto en esto? No del todo, pero ha sido una experiencia única en mi vida. Tener el poder en mis manos es otro nivel.

—¡Laia, ya baja! —gritó Raizel.

—¡Ya voy! —le grité de vuelta mientras agarraba mi bolsa y me miraba al espejo una vez más.

Hoy iremos a una fiesta con los jóvenes de la universidad, casi siempre la hacen en la casa de Chris, pues tenía uno de los patios más grande del pueblo. Aunque no estaba del todo feliz por ir a la casa de mi ex, no voy a verlo a él así que no me afecta tanto.

Cuando bajé para al fin irnos, sentí que me faltaba algo. Pero no era objeto.

Era él.

De repente se me subieron unas ganas inesperadas de querer invitarlo, de querer verlo hoy, de querer estar con él hoy.

¿Qué me estaba pasando? Se supone que la mayoría del tiempo no lo soportaba, y ahora puedo sentir su aroma por el simple hecho de imaginarlo.

No me aguanté, no me resistí, ni tampoco iba a esperar llegar a la fiesta para hacerlo.

Agarré mi celular para llamarlo y al cuarto timbre respondió.

—¿Si?

—Si... Hola. ¿Cómo estas?

—Excelente ahora que te escucho.

Suspiré nerviosa sin saber que responder. Raizel me miraba confusa mientras esperaba por mí.

Justicia en nuestras manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora