LAIA
Parados frente a la puerta marrón y mirándola por cada una de sus partes antes de entrar, mis manos comenzaron a inquietarse sobre mi regazo.
Miraba a Gael a mi izquierda, y a Austin a mi derecha. Ellos se miraban entre sí, como si estuvieran comunicándose con las miradas. Cuando menos lo esperé, este último abrió la puerta de una fuerte patada la cual me hizo dar un brinco. Lo próximo que siguió fue Gael entrando a toda velocidad, como un depredador buscando a su presa.
Me quedé pasmada por un momento. Me hacía la fuerte conmigo misma, y bueno, sí que me considero como tal, pero esto era otro nivel.
Estábamos aquí en la casa de un degenerado, a pesar de que no haremos nada malo técnicamente, las ansias y los nervios me arropaban de pies a cabeza. Pero de pronto mi cuerpo despertó, como si una mini versión de mí que provenía de adentro, echó a la basura la ansiedad y los pensamientos de que por alguna razón esto no estaba bien.
Y de pronto analicé el porqué un ser tan despreciable estaba viviendo una vida de lujos mientras otra persona que no le ha hecho daño a nadie estaba viviendo un infierno. Entonces toda esa rabia que ya estaba en mí, se levantó y me dijo: aquí estoy.
Exhalé con fuerza y crucé esa puerta como si mi vida dependiera de eso. Lo único que logré ver fue a un Austin que me esperaba y luego se quedó sorprendido siguiéndome.
—¡¿Donde está?! —grité, mirando para todos los lados.
Bien, quizás había parecido una paranoica rara, pero eso me dio emoción.
Gael me miró sin importancia y luego pasó a una mirada de confusión para Austin.
—¿Qué pasa? —le devolvió la confusión.
—No está.
—¿Cómo que no está? ¿Es enserio? ¡¿Como mierda no está?!
Comenzó a buscar el mismo, se dirigió a la cocina, entró a las dos habitaciones, y volvió con frustración.
—¡Se supone que todo estaba calculado perfectamente!
—Lo sé, estoy igual de sorprendido que tú —le respondió Gael.
Se encontraban dando vueltas de un lugar a otro, yo por el contrarío no estaba entendiendo nada.
Ya me habían dicho el plan. A esta hora Dominic estaba en la universidad, y Edward estaría esperándola como siempre. Pero este no estaba.
—Quizás salió.
No es posible que acababa de decir eso, obviamente que salió Laia, obviamente.
—Vaya, de eso no nos habíamos percatado —soltó Gael con tanta ironía que pareció exagerado.
—Déjala —me defendió mientras me daba una mirada de comprensión, como si pudiera saber que los nervios habían regresado a mí.
—Lo siento, yo-
Y justo cuando iba a seguir metiendo la pata, se escuchó un auto llegar. Ellos se acercaron a la ventana y sonrieron al mismo tiempo. Si hubiera visto esto en una película de terror, de seguro me hubiera soñado con esas caras.
Por otro lado volví a quedarme pasmada, pero, esta vez reaccioné tan rápido que sentí orgullo de mí porque ya me estaba acostumbrando.
Se quitaron de la ventana rápidamente. Gael se puso atrás de la parte de la puerta que no se había destrozado tanto para agarrarlo justo cuando entrara, mientras que Austin se puso a mi lado.
Se empezaron a escuchar los pasos lentamente y el sonido de unas bolsa de comida. El ruido siguiente fue el de unas llaves seguido de una maldición.
—¿Se han metido a robar? Han destrozado la maldita puerta —dijo Edward mientras sus pasos se acercaban cada vez más.
ESTÁS LEYENDO
Justicia en nuestras manos
De TodoLaia estaba segura que había hecho lo correcto, pero a veces se sentía una mala persona. Llegó él a darle esa seguridad completa. Ahora juntos lo hacían, y hacen justicia por sus propias manos.