¿Cazar?

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Él entró y dio su taller. Luego al finalizar por pura curiosidad me acerqué y le pregunté:

—¿Cómo es qué hace unos días parecías sospechoso de un acto de violencia y ya hoy eres un profesor?

Él me dijo las razones suficiente y le creí. No había nada que debatir, él solo se encontraba por el bosque dando un paseo nocturno y se detuvo a ver dicha pelea al igual que nosotras, y decidió bromear con la situación.

Todo siguió normal y no volvió a pasar nada extraño alrededor.

Todo fue un simple sueño, de esas pesadillas que se aprovechan de tu realidad para hacerte vivir cada parte como si fuera real. Pero ya todo está bien.

Ya todo está bien.

Eso quisiera decir, pero la verdad es que no.

Voy en el auto con Austin y tantas preguntas vienen a mí que no se por donde empezar.

Él está manejando con una sola mano y con la mirada fija hacia adelante, yo desde mi intranquilidad me acomodo y hago un gesto para empezar a hablar.

—Este no es el camino a tu casa o a la mía.

—Porque no iremos ni a la tuya ni a la mía.

—¿Entonces a donde? No quiero otra sorpresa —desvié la mirada al lado contrario de él.

—Iremos a hablar a un lugar.

Yo me removí en mi asiento.

—¿Así estamos ahora? ¿Llevándome a lugares sin antes decirme?

La verdad no me hacía sentir incómoda que lo hiciera, solo no estaba en un buen momento de asimilación.

—¿Confías en mí? —descuidó el volante y giró a mirarme fijamente.

Cada momento con él me dice a mí misma que tengo algo por descubrir, y a pesar de que pueda sentirme nerviosa, a su lado me siento...¿protegida? O mejor aún, desafiante y que puedo con lo que sea que pueda venir. Porque él es así, esa liga de intriga y de querer saber todo lo que ocurre en su mente.

Lo miré con total seguridad y le dije:

—Sí.

Hizo una sonrisa de lado y volvió su atención adelante arrancando con mucha velocidad.

—Me imagino que quieres respuestas.

—Imaginas bien.

—Y te las daré —comenzó —Hace dos años murió la mamá de Dominic; tenía cáncer terminal. Era una mujer de mucho dinero y mayormente los hombres que se acercaban era por interés y ella lo sabía, pero aun así no se iba a quedar sola toda la vida, ¿no? —asentí.

Sacó un frasco dorado de la guantera y se tomó un sorbo, relamió su labio inferior y luego continuó.

—Ahí es donde entra Edward, ese señor que viste. Su madre se acostumbró a él de una forma que lo llegó a amar.

<<En las escrituras de ella todas sus pertenencias le corresponden a su hija, pero hasta que cumpla los 21. Él estando molesto, está disfrutando al máximo todo lo que puede.

—¿Y eso que tiene que ver con que la trató como si fuera una bolsa de basura más?

—Exacto, ¿eso que tiene que ver? Pues al parecer el muy mierda se le ocurrió la maravillosa idea de abusar tanto físicamente como sexualmente de ella sin compasión. Así descarga su furia porque no le quedó dinero para él —apretó el volante haciendo marcar las venas de su brazo.

Justicia en nuestras manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora