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Una mujer de cabellos rosas y un gran vientre abultado miraba con arrepentimiento al joven pelinegro frente a ella.

— ... Te lo prometo, no se lo diré — prometió el varón mientras agarraba la mano de la mayor.

— Gracias, si ella un día se entera me sentiré muy mal, pues si bien fui muy ingenua al hacer lo que hice, yo... — apretó sus labios con enojo y culpa.

El haber sido demasiado inocente y manipulable de joven hizo que sus actos le perjudicaran hasta ese momento, y no quería eso, pues no quería que sus hijos pagaran por los errores que cometió cuando aún portaba el apellido Horti.

— No tienes la culpa de nada, fuiste y sigues siendo una víctima — dijo el joven mientras sostenía la mano de la pelirrosa en muestra de apoyo.

— ... Se que algo está pasando, Roger y Deborah están planeando algo a mis espaldas y temo por mis hijas, te ruego, si algo me pasa cuídalas, porque ellas son mi todo — pidió mientras acariciaba su vientre.

No era seguro que tuviera una niña, pero su corazón se lo decía, su corazón de madre le decía que tendría otra niña, y por ello no dejaría que ellas sufrieran por culpa del horrible padre que ella les dio.

— Vizcondesa Elodie, haré lo que sea para cuidarlas, se lo prometo — una sonrisa llena de agradecimiento se plasmó en el rostro de la mencionada.

— Eres un gran hombre, estoy segura que si tu corazón y mente siguen igual de puros que ahora, será no solo un buen amigo y esposo, también un gran emperador, solo te pido, no cometas los mismos errores que tu padre, Sovieshu.

🔹🔹🔹🔹🔹🔹

Actualmente...

El emperador miraba sin muchas ganas los documentos frente a él, había muchas cosas que rondaban en su mente, y cierto remordimiento lo estaba fastidiando demasiado.

Todos en la vida tienen secretos, y él no era la excepción, pero aquellas cosas que mantenían ocultas no lo dejaban dormir en paz, la dulce armonía que había en el palacio se había extinguido, y con ello había abierto la puerta para que aquel fantasma apareciera cada noche recriminándole por el hecho de hacer algo que en su niñez jamás aceptó.

"Lo siento mucho, se que te decepcioné, se que te dije que no me volvería en mi padre, pero ahora... Daila me lo dijo, por su gran parecido a ti me hace pensar que fuiste tu quien me lo dijo... no me convertí en el hombre que quisiste que fuera" agarró su cabeza con sus manos.

Suspiró y sacudió aquellos pensamientos, tenía que seguir haciendo su trabajo, pues quería avanzar los más posible para que al regresar del viaje que haría con la emperatriz no se haya acumulado tanto.

Cuando agarró nuevamente sus papeles unos toques en la puerta lo hicieron respirar profundamente para evitar decir algo irrespetuoso, pues simplemente no se encontraba de humor como para fingir una sonrisa y unas amables palabras.

— Adelante — habló para después fingir leer lo que tenían sus papeles.

"Quizás deba ir con Rashta, su dulce compañía e idolatría hacia mi podrían apaciguar este dolor de cabeza" pensó mientras ignoraba que el Marques Karl había entrado mientras hablaba de varias cosas.

— ... Y el capitán de la guardia ya nos trajo informes de la familia La Graine — informó capturando la atención del emperador — El hijo de la Vizcondesa está siendo criado por un mayordomo y su esposa, al parecer los Vizcondes hacen lo posible para evitar al niño.

Al escuchar aquello Sovieshu hizo una mueca, ¿Qué padre ignoraría a su propio hijo?, solo aquel Vizconde, sabía lo que había hecho, por eso el capitán de su guardia los vigilaba, quería encontrar pruebas para hundirlos, quería justicia para aquella mujer que él amó como a una madre.

Secret » [Ergi Claude]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora