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Una Daila de diez años hacia florecer unos hermosos rosales, su sonrisa de satisfacción se instaló en su rostro cuando vio la primera rosa abrirse.

— Muy bien, avanzas muy rápido — alabó la Vizcondesa Elodie mientras acaricianba la cabellera rosa de su hija.

— Algún día podré hacerlas crecer más allá de lo normal — se prometió mientras dejaba de emplear su magia.

— Se que así será, eres muy fuerte, y aunque nuestra magia es sencilla, se que podrás hacer que sea muy peligrosa — dijo con orgullo la Vizcondesa mientras se ponía a la altura de su hija — mi hermosa flor, tus espinas serán más dolorosas que cualquier otra cosa.

"Mis espinas serán muy peligrosas para quienes me quieran cortar y dañar"

🔹🔹🔹🔹🔹🔹

Actualmente...

Daila miró las rosas que estaban en la habitación de la emperatriz, las espinas que sobresalian siempre le gustaron, ya que significaba que por más bella que fueras podrías defenderte, su madre le había dicho eso.

Una pequeña sonrisa se instaló en el rostro de la pelirrosa, si le preguntara que flores eran sus favoritas diría sin dudar que las rosas, y no por el significado de estas, si no porque le recordaban a su amada madre.

— Madre... Haré que todos los que te lastimaron paguen con lágrimas de sangre — prometió.

Por él amor a su madre estaba dispuesta a hacer muchas cosas que en el futuro podrían perjudicarle, y era consiente de ello, por ello mantenía en secreto todos sus planes, para que nadie le impidiera hacer justicia con sus propias manos.

El sonido de la puerta abrirse la hizo salir de sus pensamientos, giró su cuerpo para después hacer una reverencia en dirección de la recién llegada.

— Bienvenida, Su Majestad — saludó la joven de cabellos rosas.

La Emperatriz le dió una pequeña sonrisa para después dejarse caer en su cama, estaba muy cansada.

— ¿Le preparo un baño para relajarse? — preguntó Laura — ¿O prefiere dar un paseo? Quizás nos encontremos con el ave que vimos la u... ¿Eh?

Daila siguió la mirada de si amiga encontrandose con la sorpresa de ver a la hermosa ave de plumas amarillas asomarse por el balcón.

— Ha vuelto — comentó la pelirrosa — Si majestad, el ave volvió — le informó a la mayor.

— ¿El ave? — la emperatriz se puso de pie y empezó a caminar hacia el balcón para confirmar lo dicho por su dama.

— ¡Habrá venido a verla, Su majestad!, ¡Y lleva una carta en la pata! — exclamó emocionada Laura.

Daila observó como su señora iba acercándose hacia la ave y sonrió, de alguna manera esa avecilla hacia que Navier sonriera pese al cansancio, sentía que aquel animal sería de mucho apoyo para la Emperatriz en estos momentos, su corazón se lo decía.

Caminó hasta una mesa que tenía la rubia en su habitación para así poder agarrar papel y pluma para llevárselo a la líder del Imperio para que esta pudiera responder a la nota que llevaba la ave.

— Laura, tráeme lápiz y papel, por favor — pidió la emperatriz mientras sonreía ante lo leído.

— No es necesario, aquí está lo que pide, Su majestad — dijo Daila mientras le tendía lo pedido.

— Gracias Daila — le dijo la emperatriz con una sonrisa para después apoyarse en una parte del balcón para poder escribir.

"Parece que no ha salido del todo, ¿Cómo se llama el ave?" Apuntó Navier.

Secret » [Ergi Claude]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora