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Ergi no sabía que estaba pasando con él en esos momentos, lo que estaba sintiendo nunca antes los había sentido, y eso de alguna manera le molestaba, pero también le gustaba, se sentía muy confundido.

Había conocido a muchas mujeres hermosas, pero nunca se había enamorado, la única mujer que amaba era a su madre, nada más, por lo cual no sabía que se sentía querer a alguien de forma romántica.

Pero eso no significaba que el no creyera en esas cosas, solo que sentía que no estaba hecho para amar, sentía que no había mujer a la cual amar a excepción de su madre, él solo hacía sufrir a las mujeres, las llevaba a la ruina, y prueba de ello era lo que estaba haciendo con Rashta.

Llegó a Oriente con un plan, vengarse, se unió a Heinrey con el fin de hacer caer al emperador Sovieshu, por eso se acercó rápidamente a la concubina del hombre, por eso se hacía llamar amiga de la albina, porque sabía que ella era fácil de manipular, y para beneficio propio haría eso.

El Duque detuvo su caminar al divisar a cierta pelirrosa, esta estaba concentrada en sanar algunas plantas del jardín, su corazón se detuvo al ver cómo la luz del sol parecía rodear su figura.

“Daila” sonrió inconscientemente.

La joven le provocaba demasiadas emociones que lo confundían, pero de alguna manera muy extraña le gustaba, aunque también odiaba eso.

Llevó una mano a su pecho, ¿Por qué había sentido como si su corazón se detuviera para después doler por el aumento de ritmo? ¡Por eso odiaba lo que estaba sintiendo! ¡Dolía!

Su sonrisa se borró para después fruncir su entrecejo, ni siquiera entendía porque sentía eso, solo habían interactuando dos veces, aunque casi todos los días la veía pasear en el jardín mientras curaba a las plantas, o eso era lo que ella decía que hacía, ya que una vez escuchó decírselo a una pelinaranja.

Al recordar eso se molestó más, ahora se sentía como Heinrey, se burlaba de él por el hecho de que se había enamorado de la emperatriz cuando su misión era vigilarla.

Pero él estaba peor que el príncipe, su misión jamás fue acosar a Daila, jamás fue acercarse y coquetearle, jamás fue sentirse tentado a acariciar la cabellera rosa de la joven, jamás fue hipnotizarse con los ojos miel de la menor.

“Lo mejor es no acercarme más” pensó con cierta desilusión.

Ergi era un mujeriego, egocéntrico, burlesco, y de confianza dudosa, por lo cual sentir lo que estaba sintiendo no era normal, y mucho menos algo que él quisiera, en esos momentos debía concentrarse en su venganza, nada más.

Cuando dio un último vistazo a Daila todos sus pensamientos se fueron a la basura para dar pasó a la preocupación.

Corrió rápidamente hacia ella, la cual se estaba sosteniendo en un muro, la vista de la joven era borrosa, y su fuerza era casi nula, sin poder evitarlo cerró sus ojos para ser presa de la inconsciencia, pero antes de que pudiera caer al suelo unos brazos pudieron atraparla.

Ergi se sentó en el suelo aún con ella en sus brazos, no entendía que había pasado, si bien durante esos días la había notado cansada no esperó que terminara colapsando.

Apartó el cabello rosado que tapaba su rostro para sorprenderse de las ojeras que habían debajo de los ojos de la joven, ¿Qué había pasado para que no descansara?

Con cuidado la cargó entre sus brazos para poder llevarla a la habitación que le habían asignado, pues no sabía a dónde más llevarla, pero con ella allí buscaría un doctor que la atendiera, y él estaría en todo momento a su lado para asegurarse de su bienestar.

Secret » [Ergi Claude]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora