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Daila caminaba por los jardines del palacio, estar en su casa había sido bueno para ella, pues había disfrutado la compañía de su adorada hermana, pero también le hacían sobre pensar varías cosas, en especial en la visita que pensaba hacerle a su tía.

La relación que tenía con la Duquesa Anabeth era nula, al menos desde que su madre anunció su embarazo, pues la mujer se había enojado y reclamado por algo que Elodie nunca le contó a su primogénita, incluso en el funeral que se hizo, la albina solo presentó sus condolencias y se retiró, no sin antes decirle a la pelirrosa que no confiara en esa familia, después de eso, no volvió a saber de ella, hasta que el Duque Ergi la mencionó diciendo que tenía un hijo.

Mordió el interior de su mejilla, ni siquiera sabía donde encontrarla, sabía que la mansión del Ducado Horti estaba sin ningún residente de la familia, lo único que conocía es que indirectamente se habían puesto de acuerdo en enviar a alguien en mantener limpio ese lugar, pues se alternaban.

Suspiró, si el Duque le había notificado de que ella tenía un hijo significaba que al menos sabía quien era su esposo, y con eso podría indagar y dar con su paradero, asintió, eso haría.

Alzó su mirada, y sonrió levemente al ver al hombre que en esos momentos necesitaba, se acercó con rapidez, pero al momento de ver a la acompañante de este su sonrisa se borró de inmediato, se maldijo por expresar su emoción, debía de controlarse más.

Su corazón se detuvo al momento de ver lo cerca que el castaño se puso de la albina, y por algún motivo le dolió, apretó sus puños y soltó su coraje.

Miró fijamente el columpio donde la concubina estaba sentada para después dar media vuelta y retirarse, supuso que su molestia era porque esa mujer era la amante del emperador, y que al parecer la atención de la máxima autoridad del imperio no le era suficiente, también quería la de los demás.

Ergi se enderezó y vislumbró una cabellera singular, su corazón latió levemente más rápido, y por algún motivo quiso ir tras ella, cuando iba a despedirse de Rashta se detuvo al ver que un pelinegro conocido se acercaba a aquella pelirrosa que lo confundía, apretó sus puños al ver que empezaban a caminar juntos, y para su pesar, el hombre iba muy cerca de ella.

—¡Ah! — la exclamación de la joven a su lado lo hizo alejar su mirada de la pareja — ¡me duele! — chilló.

El Duque se acercó y notó como unas lianas habían enrollado la mano de la albina, la cual al forcejear para zafarse hizo que se apretaran más, lastimándola, inconscientemente pensó en Daila, miró nuevamente el lugar por el que se había ido, los había visto, y extrañamente, eso le preocupaba.

• • •

Elijah miraba confundido a la pelirrosa, pues esta había sonreído cuando escucharon la lejana  exclamación de dolor de la concubina del emperador, a su parecer, era una muestra de su odio por las amantes, y no le sorprendía.

—Si quiere me deshago de ella — propuso, la pelirrosa sonrió de lado con un toque de burla ante lo dicho por el hombre.

—Es la amante del emperador, morirás — el mayor miró sorprendido a la menor, en su mirada se notaba un poco de sorpresa y en sus mejillas se podía apreciar un ligero rubor.

—Sonreíste... y por algo que dije — murmuró, la Horti rodó los ojos y aceleró su caminata alejándose de él.

El pelinegro no pudo evitar sentirse emocionado y esperanzado, no la había visto así con alguien más, y debido a su actitud considera que el que mostrara algo hacia alguna persona era muy difícil, aunque claro, sabía que recientemente mostraba mas emociones, pero no con tanta libertad.

Secret » [Ergi Claude]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora