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— ¡Madre! — una joven de cabellos rosas corrió a la puerta al ver a su madre caminar con difíciltad.

— ¡Ay! — exclamó la mujer mientras llevaba sus manos a su abultado vientre — Llamen a la doctora... Mi bebé va a nacer... ¡Ah! — se quejó mientras se inclinaba por el dolor.

— Kent, ve por la doctora, yo llevaré a mi madre a su recámara — ordenó Daila mientras ponía el brazo de la mayor de las pelirrosa por sus hombros — vamos, madre — dijo mientras la ayudaba a caminar.

El hombre salió corriendo en busca de la doctora, el arrepentimiento se había apoderado él, no debió haber llevado a la Vizcondesa a la casa de campo.

La mujer se quejó durante todo el camino, el dolor que sentia era insoportable, no era comparado con el que sintió cuando su primogénita vino al mundo.

— Hija mía... ¡Ah! — intentó hablar pero no pudo por el dolor que sentía.

Cuando llegaron a la habitación la menor acostó a la mayor para después buscar trapos limpios por toda la recámara.

— ¡Mara! — llamó en un grito la joven mientras jalaba una mesa para poder poner las cosas que la doctora usaría.

Una joven de cabellos negros apareció apresurada, al ver cómo la señora de la casa se retorcía de dolor se asustó.

— Trae agua caliente — ordenó Daila mientras ponia las telas en la mesa.

"¿Que más? ¿Que más?" Empezó a ponerse nerviosa, nunca antes había estado en un parto, ni siquiera tenía la edad para ver uno.

— ¡Ah! — el grito de la Vizcondesa trajo a la realidad a la joven noble.

— ¡Madre! — exclamó la menor mientras corría a sostener la mano de la mayor, la cual apretó con fuerza, el dolor era insoportable.

Minutos despues una mujer de vestimenta blanca apareció — déjame con la Vizcondesa — ordenó, Daila asintió, le dio un beso en la frente a su madre para después salir y esperar el que su hermanito o hermanita naciera.

— Señorita Daila, no se preocupe, todo saldrá bien — intentó calmar Kent.

Por mas que lo intetaba no podía, su madre era su todo, aparte del gran parecido físicamente que ambas tenían, también compartían el carácter, la unión que tenían era increíble.

— ¿Por qué se adelantó? — Preguntó la pelirrosa al fiel amigo de su madre, este suspiró.

— Descubrimos que el Vizconde tiene una amante — respondió el hombre, era inútil mentirle a la joven, pues tarde o temprano se enteraría.

El matrimonio de los Vizcondes La Graine a diferencia de muchos, no había sido por conveniencia, ya que la Vizcondesa amaba con todo su ser a su esposo, y aunque sus padres no estuvieron de acuerdo ella terminó por casarse, quizás por ello le causó gran impacto el saber que su marido la engañaba.

Luego de unas horas la doctora salió de la habitación de la Vizcondesa, pero su semblante era triste.

— Lo siento mucho señorita Daila, la Vizcondesa no resistirá, pase para que pueda despedirse — dijo la mujer mientras se hacía a un lado y dejaba que la pelirrosa entrara.

Cuando la joven entró a la habitación notó a su madre demacrada y sudorosa por el trabajo de parto, en sus brazos había un pequeño bulto que la menor pudo deducir que se trataba de su hermanito hermanita, miró a los lados notando los trapos lleno de sangre que había usado la doctora, sus ojos se cristalizaron, no quería perder a su amada madre.

Secret » [Ergi Claude]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora