Capítulo 5

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Los días avanzaban rápidos.

Mi caso seguía estancado, no había muchas pruebas ni testigos, más allá de Violeta, que le habían dado el alta. Ella estará bien, es fuerte. Me enteré que a aquello que le lloraban en mi funeral no era realmente mi cuerpo, él sigue en una morgue y cuando terminen de hacer todas esas cosas de criminalística, lo cremarán. Me parece lo correcto, aunque siento que el ataúd fue una pérdida de dinero horrendo para ese homenaje hacia mí.

Aquel día me quedé con Julián hasta que empezó a sentirnos, fue bastante tiempo ya que todo el lugar tenía una vibra demasiado triste, entonces dos almas muertas no influían mucho. Esa noche necesité dormir, y comer, bastante. Me dijeron que era normal, que a todas las nuevas le sucedía. Mar fue la que me cuidó esas horas. El puta de mierda volvió a mí reiteradas veces, como un sueño maligno del que despertaba a los gritos, lo bueno fue que, al suceder, cada vez tenía unos brazos para consolarme.

Por las madrugadas es cuando más salen las Hermanas a hacer sus trabajos. Van y vienen corriendo, tratando de salvar a todas las que más pueden. Desde que llegué, ingresaron dos chicas juntas, que afortunadamente ya se fueron. El tipo que las mató se entregó a la policía una semana después del acto, arrepentido. Era el padre de ambas.

Hasta lo que entendí, este no es el único árbol, o por lo menos las otras "sedes" de Las Hermanas Perdidas pueden no ser unos gigantescos seres vivos mágicos. Lo comprendí cuando no me cabían los números en la cabeza. Desgraciadamente, son muchas las jóvenes y mujeres que mueren en manos del machismo, así que es imposible el hecho de que en un casi un mes sólo aparecieran dos.

—Deberías volver.

Di un respingo. Mar estaba detrás de mí, en el parque que se encuentra frente a mí casa. Julián estaba junto a mamá pasando un rato, intentando que se sintiera mejor. En este mes no se han separado por nada del mundo. Mi hermano no ha ido a la Facultad para acompañar a mamá, llevarla al trabajo, ir a hablar con la prensa, la policía y todo eso. Volverá en el próximo cuatrimestre. Salieron mucho en la tele, se hicieron dos marchas a mi nombre, con mi familia y Violeta encabezando a la multitud. Profesores, compañeros del colegio, colegas de mamá. Todo el mundo pedía justicia.

¿Pero qué era la justicia para mí?

Me levanté con su ayuda y un segundo después ya estábamos en el jardín del Árbol. Le caí bien a Madrona, cumplí con mis obligaciones y creé un club de lectura, haciendo diferentes grupos según las edades. Tenía que hacer cualquier cosa con tal de que me dejara ver a mi familia. Ahora me tocaba el club de las niñas. No eran muchas, por suerte, porque si lo eran iba a enloquecer.

Leímos un rato Mi planta naranja-lima para casi terminar el libro a la hora de la cena.

Para la cena se organizaba un evento hermoso cada noche. Las niñas se pueden sentir acompañadas, las adolescentes pueden hablar entre ellas y hacerse amigas, las más grandes salen a salvar a las vivas o, en todo caso, tienen terapia grupal. Las que recuerdan sus muertes son las que cargan con mayor cantidad de traumas, o las que tenían vidas horribles, ya sea por violencia o cualquier otra cosa. Yo me sentaba con las jóvenes, conocí a Laura de quince, Jimena de dieciocho y Micaela de dieciséis. Son enérgicas y alegres, tratan de hacer que pertenezca a ese lugar. Me hacen sentir cómoda, ya que nos apoyamos entre todas. Nos escuchamos. Generalmente paso más tiempo con Micaela, la chica que fue la primera testigo del escándalo en mi primer día. Hablamos de lo que fuimos y de lo que teníamos planeado ser. También nos contamos las cosas que nos molestaban, las veces que hemos llorado en nuestros baños porque el reflejo nos quemaba la piel. Podíamos mostrar nuestras inseguridades y sentirnos comprendidas. Charlamos de familia, amigos y las cosas que nos gustaban. Me pregunté cuánto tiempo llevaran algunas acá, ya que Laura, por ejemplo, no sabía quién era mi actriz favorita.

Las Hermanas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora