Ámbar. Ella se llama Ámbar.
Mamá los dejó solos en la cocina, por la cara de pánico de la chica se dio cuenta que de verdad era un tema serio. Julián hizo que se sentase, ella parecía cansada y con unas ojeras horribles, como si no pudo pegar un ojo en toda la noche.
—Ámbar, ¿estás bien?
Ju le pasó un vaso con agua, se sentó junto a ella y tomó su mano. La miraba. Ella tenía toda su atención, los ojos de Julián sólo se posaban en ella. Jamás había visto así a mi hermano, tan... dedicado a una persona.
Quería que alguien me mirase así, y que sea mutuo.
Ámbar inspiró, y un cosquilleo en las yemas de mis dedos me dijeron que algo no estaba bien.
—Ayer pasó algo. En realidad, fue hoy, no sé cómo pasó realmente.
Se estaba obligando a sí misma a hilar las palabras y que no sonaran precisamente desesperadas. ¿Y si quería hablarle de lo que pasó...?
—Me dijiste que salías a un bar con tu grupo de amigos, ¿no es así?
Ella asintió. Mar paseaba sus ojos entre ellos y yo, intentando que en ese gesto entendiera todo lo que no podía decirme. Mar sabía, al igual que yo, de qué quería hablar Ámbar.
—Fue una linda noche, nos estábamos divirtiendo, y dejé que mis amigos me invitaran un trago de la barra.
Julián negó lentamente y apretó la mandíbula, podía jurar que su corazón se paralizó. Él entendió a dónde se dirigía todo esto.
—Ámbar...
—Yo acepté el vaso porque confiaba en ellos, particularmente en Kevin, pero cuando lo terminé me di cuenta que al fondo de todo había unas pastillas.
Mi hermano no tenía idea de cómo seguía la historia, pero tenía los ojos rojos, a punto de llorar de tristeza. También tenía bronca. Quizá era el día, la historia repetida o que la quería. Quizá eran las tres cosas juntas. Le tendió su otra mano.
—Le avisé a Cami que debíamos irnos, que me sentía mal, pero ella no me escuchó, dijo que estaba exagerando y que ya se me iba a pasar. Yo no podía hablar bien. Me fui caminando como pude, intenté llamar a mamá, aunque jamás lo hice. Él me alzó y me llevó a su auto, nos encerró en la parte trasera. Él empezó a tocarme. Ju, él era mi amigo, yo confiaba en él.
Julián siempre tuvo miedo. Se preocupaba demasiado por mí y por mamá. En los últimos años nos acompañaba a cada lugar que podía, de noche salía él a hacer las compras de urgencia. Incluso cuando tuve mi primera cita con un chico, Julián nos vigilaba desde lejos, porque ninguno de los dos confiaba plenamente en él. Yo sé que mi hermano me amaba tal y cual era, pero a veces deseaba que yo fuera varón, y él no tener que vivir con miedo.
Ahora ese terror lo acompañaba con Ámbar.
—¿Alguien más lo sabe? —ella negó—. Quédate tranquila, yo no se lo voy a decir a nadie, desgraciadamente aprendí a las malas sobre estas cosas. Desde ahora en más vamos a hacer lo que vos quieras con esto, yo te voy a apoyar, siempre y cuando estés lista.
Tal vez Ámbar tenía el corazón roto, y se sentía sucia, porque sé de eso, pero estaba aguantando sus lágrimas. De todas maneras pudo sonreírle, demostrándole que confiaba en él como a nadie en el mundo.
—Eso no es todo Ju, por suerte no pasó a más. Pero no sé cómo hacer que esto suene creíble, cada vez que pienso en lo que te voy a decir, más me enredo en mis palabras y no sé dónde empezar.
—Por el principio, cariño.
Los próximos minutos fueron una narración fantástica con las dos heroínas como protagonistas, salvando a la pobre víctima del monstruo malvado. Ella ni siquiera lo veía a los ojos, quizá no se atrevía, o estaba tan ensimismada en su relato que no era capaz de hacerlo. Julián escuchaba todo con el cejo fruncido. Cuando terminó buscó aprobación en su mirada, y claramente no la encontró.
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Las Hermanas Perdidas
Roman pour AdolescentsUn día despertó luego de su peor pesadilla, y descubrió que ya estaba muerta. Cora se enfrentará a la desdicha de ver los efectos de su muerte desde un lugar en el cual nada se puede hacer e intentará entender un sistema donde el libre albedrío no...