Capítulo 19

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Jaqueline y Mar se fueron al comedor a buscar algo para cenar porque sostienen la teoría de que la comida hace que todo sea más soportable. Sin embargo, tengo un nudo en el estómago.

—¿Cuándo vas a decirle a Mar que recordaste tu muerte?

Desde el otro lado de la habitación, sentada en la otra cama con la espalda contra la pared, Micaela me veía expectante. Apoyé la cabeza en la almohada, en posición fetal.

—No es lo único que tengo para decirle, pero es una noticia peor.

Con todo esto del diario, la profecía y esa payasada, aún no había podido olvidar que están cerca de encontrar pistas de los asesinos de Jaqueline, y por ende de los míos.

—¿Tan malo es que te deja en ese estado?

Se lo conté, porque tenía que sacarlo de mi mente. Su cara de pánico al terminar de hablar me dijo que era peor de lo que pensaba. La angustia no me permitió salir de la posición en la que estaba

—Se va a preocupar.

—Lo sé.

—Y le va a doler mucho no poder hacer nada.

—Lo sé.

—Ella te ama.

—Eso... también lo sé. Y yo a ella. No quiero hacerle esto, pero tampoco se lo voy a ocultar porque va a ser peor.

Tapé mi cara con las manos, aunque no me permití llorar. Escuché movimiento y un segundo después, sentí que pasó detrás de mí, para acostarse en la cama y abrazarme.

Esto es íntimo, y es con Micaela, pero tampoco me quiero mover. De vez en cuando yo también necesito que me consuelen. Al cabo de unos minutos, pude hablar.

—Gracias, y perdón por ser una idiota.

La sentí reírse contra mi espalda, acarició mi hombro.

—¿El miedo de desaparecer te ablandó el corazón?

—¡Estoy hablando en serio! — para esta altura todo parecía cómico—. Fui una estúpida por haberte tratado tan mal, con el tiempo cada vez estoy afirmando más que mi destino era morir esa noche, y no importaba cuánto me buscaran, no iba a aparecer. No habrías hecho la diferencia. Lo único que siempre hiciste fue intentar ser mi amiga en todo momento... Gracias, y perdón.

No sabía qué esperarme, y ella quedó en silencio. El tiempo comenzó a pasar en cámara lenta para mí, y llegué a la conclusión que no me merecía su perdón. De ninguna persona a la que lastimé intencionalmente. Tanto en vida como en muerte.

—Me alegra escuchar eso —dijo en un susurro—. Las dos nos equivocamos con la otra. Yo busqué mi redención en vos y no debí haber hecho eso. Espero que sea un nuevo comienzo para nosotras.

—La verdad, te extrañaba como mi amiga.

Me abrazó completamente, e incluso sin verle la cara, pude percibir su alegría. Hizo que me sintiera mejor. Una idea cruzó mi mente.

—Si las cosas no salen como esperamos, por favor, asegúrate que Mar siga adelante.

—Espera Cora, no digas...

—Es algo que no puedo controlar, Micaela. Ojalá pudiera sacarme este miedo de encima, que me dice constantemente que en un segundo puedo desaparecer. Estoy cansada de pensar que cada vez que Mar y yo nos besamos, puede ser la última. Tengo la suerte de que ella me ame, y si esto pasa, no podré estar para ella. Nunca más.  

Puede ser que arruiné el momento, pero era algo que debía decir. Ella contestó que lo hará, solo de ser necesario. Nos quedamos abrazadas un rato más.

Las Hermanas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora