Capítulo 13

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No sé cuánto puedo decirle, o siquiera si tengo permitido estar hablando con ella. Pero Ámbar está viva, y me siente cerca cuando lo estoy, y me escucha, y espera descubrir algo conmigo.

Es lo más viva que me he sentido desde que morí.

Quiso apoyar una mano en mi hombro, aunque me traspasó y se quedó dentro de mí por unos segundos. No sé por qué no pudo tocarme.

—Lo lamento —dijo quitando la mano.

—No fue algo importante, ya no estoy hecha de carne y huesos. Creo que las cosas de los vivos ya no pueden hacerme nada.

Abrió los ojos tan grandes que parecía que se le saldrían.

—¿Cómo es eso?

Era de esperarse que la intriga invadiera su cuerpo, pero lo que sí me sorprendía era que se dirigía a mí como si me conociera de toda la vida y tuviéramos la mayor confianza posible. Eso me agradaba, ya que no me trataba como a un monstruo.

—No tengo idea —admití. 

Me invitó a sentarme junto a ella en la mesa, y aunque quisiera hacerlo, me parecía incorrecto. A mí me mandaron a salvar a una chica que estaba perfectamente bien. Algo grande debe estar sucediendo, y no estoy enterada de qué.

—Coralina...

Estaba perdida en mis propios pensamientos, sin darme cuenta que ella buscaba algo en mí.

—¿Sí?

—¿Vos recordás...? Me refiero, ¿recordás esa...?

Sabía a dónde se dirigía y no estoy preparada para escucharla decirlo.

—No. Son recuerdos borrosos, jamás pude verle la cara, o sí, no lo sé. Yo no lo recuerdo. Cada vez que vuelvo a esa noche sólo tengo memoria para algunos gritos, risas, y sé que estaba muy sucia. La tierra debajo de mis uñas...

—Por eso las marcas en el lugar. Eran tus arañazos —concluyó.

—Tal vez estaba agonizando, o quería escapar.

Ella se sentó débilmente en la silla mientras me escuchaba. Podía hasta ver las neuronas en su cerebro haciendo sinapsis, pensando cada vez más rápido.

—¿Cómo te diste cuenta...?

Me vi en la obligación de interrumpirla.

—Creí que fue una pesadilla, y cuando desperté ya estaba muerta. Pasaron muchas cosas desde entonces, no sé qué tanto debería comentarte. No tengo idea si acá me siguen escuchando todo el tiempo. Es un sistema que estoy intentado entender, y cada vez lo hago menos. Por suerte no estoy sola y desgraciadamente hay más como yo.

—La chica del otro día...

—Misma situación, diferente manera... Me hubiese encantado conocerla en vida, ser momentáneas, tener oportunidades. Mar es lo único bueno en toda esta mierda.

Su voz, sus manos, sus labios, toda ella. 

La carrera de sus neuronas se detuvo un segundo, para limitarse a sonreírme.

—¿La querés?

—Más que eso.

Estaba hablando con alguien de Mar. Ámbar se transformó en una amiga por un segundo, o al menos quería idealizarme eso, porque sé que jamás va a pasar. No de la manera que me gustaría ser amiga de mi cuñada.

—Eso es lindo... Y decime, ¿por qué estabas ahí esa noche cuando me salvaste?

Las preguntas reales estaban ahí, sin embargo, no quería darle detalles. Procesé en mi cabeza miles de maneras de contestar y no dejar a Las Hermanas Perdidas expuestas, pero me era imposible. Ante mi silencio, ella comenzó a hablar.

Las Hermanas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora