Capítulo 15

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Por la mañana fui la primera en llegar al salón donde se realizan las iniciaciones. En los eventos posteriores a mí bienvenida no me atreví a asistir, sentía que no tenía el derecho, pero esta vez es especial.

A ella la mataron los mismos hombres que a mí.

Me quedé en un rincón, con la túnica puesta, esperando a que de a poco llegasen todas las demás que recibirán a la nueva Hermana con los brazos extendidos, casi felicitándola por llegar a nosotras.

Empecé a imaginar mil cosas. Su edad, su personalidad, las cosas que quería hacer en vida, de dónde era, qué estaba haciendo, si la conocía. O si nos conocemos entre nosotras. Eso me daba más miedo que todo lo demás.

El salón ya estaba a la mitad de lleno, muchas caras brillaban de emoción y otras de tristeza. Me pregunto quién fue por esta chica.

—Cuando llegaban las que mi asesino mató, no sabía cómo sentirme, sentía que les debía algo. Así que te entiendo.

Micaela estaba a mi lado, con su túnica colgada del brazo lista para ponérsela. No he visto en las anteriores iniciaciones que ella haya estado presente, al parecer notó mi interés y señaló la tela.

—Pensé en venir porque es importante para vos.

Me regaló una sonrisa que me recordó a cuando las cosas iban bien entre nosotras y nos pasábamos horas hablando de las más grandes estupideces.

—Gracias —susurré y un brillo apareció en sus ojos.

Se colocó la túnica junto a mí y se puso a esperar a que la nueva Hermana hiciera acto de presencia. Seguro debe estar asustada, exigiendo explicaciones, preocupada por su familia, como yo lo estuve meses atrás.

—Mi asesino... era policía —confesó y escuché su voz quebrarse—. Me dieron por desaparecida y pusieron como principal sospechoso a Luis, mi novio. Encontraron mi cuerpo en el fondo de un arroyo a dos ciudades de la mía. El caso se cerró porque dijeron que fui a nadar a ese lugar como siempre y simplemente me ahogué.

Ella nunca me habló de su muerte, a veces hasta creía que no estábamos muertas porque ella me hacía creer eso. Era tan buena para olvidarse de todo lo malo que quería llevarla a casa y presentarla a la familia como mi nueva amiga. Claramente esas cosas no iban a pasar.

—¿Y qué sucedió en realidad?

—Iba a casa de mi pareja, unos hombres empezaron a gritarme cosas horribles y me defendí. Como se armó una escena, una patrulla que estaba cerca me retuvo. Fue ahí cuando me llevaron a la comisaría. Me tuvieron tres días antes de matarme. Fui el regalo de ascenso de uno de los policías. Aparecí dos semanas después, hinchada, en el agua.

Contuve mis lágrimas porque no tenía el derecho para derramarlas. Ni siquiera era mi historia, pero la sentí tan propia, como cada una que he escuchado. La abracé, para sorpresa de ambas. Sé que se asustó cuando la atrapé, pero poco a poco sus brazos fueron rodeando mi cuerpo y por un segundo se sintió a salvo conmigo. Estoy segura que cada una de nosotras al llegar, incluso cuando sabemos que no puede pasarnos nada, somos incapaces de sentirnos a salvo. Y Micaela lo hizo, a pesar de todo lo que le he hecho y le he dicho en mis momentos más letales de furia.

—Lo siento tanto...

Esas palabras se escaparon tan rápido de mis labios que me parecieron irreales. No sólo lamenté mi comportamiento, sino también su historia y todo lo que aún no ha podido contarme. Tanto dolor pasa por las demás y no me detengo a observarlo, pero está ahí, lo sé. Solo que a veces prefiero ser ciega.

—Somos almas soñadoras que alguna vez nos hemos perdido, y si nos encontraron, ya no estábamos ahí... Es difícil, pero es el destino que nos toca.

Las Hermanas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora