Primos

193 27 22
                                    

16 de diciembre de 1971

Dora se sentó en su cama en Grimmauld Place, exhausta. Había estado practicando magia sin varita y no verbal toda la noche. Desde que Dumbledore escribió que es posible que no pueda usar su varita en situaciones sociales precarias, especialmente antes de ser admitida en Hogwarts, Tonks trataba de prepararse para la posibilidad de que tenga que protegerse de los mortífagos sin su más valiosa herramienta.

Le tomó mucho más esfuerzo del que quería lanzar tantos hechizos. Lanzó con éxito todos los encantamientos y hechizos básicos que aprendió en sus primeros años en Hogwarts —de su línea de tiempo original—, pero los maleficios y hechizos más complejos eran más difíciles de practicar sin un compañero de duelo.

Sudando, decidió que era mejor seguir mañana en su práctica de duelo con Moody y se acostó. Con suerte, para la Gala de Invierno de los Malfoy tendría suficiente práctica para arreglárselas por sí sola en una habitación llena de supremacistas de sangre.

22 de diciembre de 1971

—¡Sirius vuelve hoy, Dora! —dijo Regulus, emocionado.

A Dora la enterneció ver a Regulus tan alegre. Estaba ansiosa por ver a Sirius y Regulus como hermanos amorosos antes de que su relación se rompiera por ideologías opuestas.

—No puedo esperar a verlo —dijo Dora con sinceridad.

Habían pasado semanas —para ella— desde que vio a su primo favorito.

Kreacher apareció en la habitación y se inclinó a modo de saludo.

—Se solicita al amo Regulus y a la ama Dora en el salón —anunció, y con un chasquido de sus dedos, se fue.

—¡Eso significa que Sirius ya casi llega! —gritó Regulus.

Agarró la mano de Dora y corrió escaleras abajo con ella hasta el salón. Entraron, un poco sin aliento, para encontrar a Orión esperándolos. Saludó con la cabeza a los dos niños, y ambos se sentaron en un sofá esperando a que Walburga llegara con Sirius a través de la red flu.

Regulus se movía de emoción junto a Dora, y ella apenas podía contener su propia emoción. Unos minutos después, las llamas de la chimenea brillaron de color verde y Walburga salió con un Sirius Black desaliñado. Regulus, Dora y Orión se pusieron de pie para saludarlo.

El rostro de Sirius estaba sonrojado; Dora no supo decir si era por el frío de la estación de Kings Cross o si Walburga lo había abofeteado. Con amargura, pensó que lo segundo era más probable.

El rostro de Sirius se iluminó cuando vio a Regulus y Dora.

—Recuerda tus modales, niño —le murmuró Walburga a Sirius.

Sirius caminó con confianza hacia Regulus y le dio un firme apretón de manos. Se giró hacia Dora y le sonrió. Sirius se inclinó, ella hizo una reverencia y él le besó los nudillos.

—Sirius, ella es tu prima Pandora —entonó Orión—. Puedes llamarla Dora. Es la hija de tu tío Alphard.

—¿El tío Al tuvo una hija? —preguntó Sirius—. ¿Por qué nadie me lo dijo?

—Si te molestaras en abrir las cartas que te enviamos, esto no habría sido una sorpresa —se burló Walburga—. ¡Kreacher! —llamó.

El viejo elfo doméstico entrecerró los ojos al ver a Sirius, pero le hizo una reverencia de todos modos.

—¿Sí, ama?

—Lleva las cosas de Sirius a su habitación y asegúrate de que esté bien vestido antes de la cena —ordenó Walburga.

La ninfa de la Casa Black [Primera parte de La ninfa que viaja en el tiempo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora