CAPÍTULO 16

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TERCERA LECCIÓN

—Voy a hacer lo que me venga en gana. —Le dije siguiéndole el juego. —Colabora y te dolerá lo menos posible.

Entonces empecé a empujar con mi pene en el estrecho agujero, y mi prima se quejaba del dolor. Yo iba dando suaves empujoncitos haciendo que la punta de mi capullo fuera enterrándose poco a poco en ese culito redondo y apretado, con las manos le separaba las nalgas. Conseguí meterle el capullo entero y me detuve un momento para que mi prima se relajara.

Pronto comencé a notar cómo ese agujerito se dilataba y hacía menos fuerza sobre mi capullo. Esa fue la señal para seguir mi tarea. Seguí dando pequeños empujones hasta que ya lo tenía hasta la mitad. Entonces comencé un movimiento suave de vaivén. A cada embestida conseguía que mi pene entrara unos milímetros más. Mi prima seguía quejándose por el dolor, pero en ningún momento me pedía que parara.

Hasta que cuando ya tenía tres cuartos de mi pene metido dentro me emocioné de nuevo y se lo clavé entero de una embestida. En ese momento mi prima pegó un grito de verdad. Me quedé un momento con toda mi barra de carne encajada en el adolorido ano de mi prima hasta que esta se relajó.

Un minuto o dos pasaron cuando mi prima ya respiraba con normalidad. Saqué mi pene y lo embadurné de nuevo con lubricante, metí la boca del bote en su culito y le llené todo el agujero de lubricante. Entonces volví a meter mi pene, esta vez sin demasiados problemas.

Mi prima cada vez se iba quejando menos por el dolor y pronto sus gemidos eran de placer. Yo por mi parte notaba mi pene apretado dentro de ese culito virgen y me moría de gusto. Estaba deseando que mi prima se empezara a correr de una vez para poder hacerlo yo también, pero no podía esperar.

—No te corras aún, espérate un poco más. —Me dijo al oír que mis gemidos se hacían más fuertes.

—No creo que pueda esperar.

—Sólo un poco más por favor.

—¿Ves cómo sí te gustó, niñita?- Le dije entre risas y jadeos.

Esa pequeña broma consiguió que me distrajera un poco para conseguir retrasar un poco más la evacuación. Pronto volvía a sentir ese cosquilleo que precede al orgasmo cuando vi que mi prima también aumentaba sus gemidos.

Una primera descarga consiguió elevar los gritos de mi prima a la altura de los míos, estaba corriéndose también. De mi pene no paraba de salir leche descontroladamente hasta llegar a rebosar y deslizarse por sus piernas, pero yo no dejaba de embestirla frenéticamente animado por los gemidos de mi prima.

Seguí penetrándola y moviéndome hasta que sus gemidos se normalizaron, lo saqué de su culito quedándome sentado en el suelo, estaba exhausto. Desaté a mi prima como pude y nos sentamos los dos en el sofá. Nos quedamos un par de minutos sentados recuperando el aliento.

—Quiero más. —Dijo mi prima acercando su cabeza a mi flácido pene.

Se lo metió en la boca y comenzó a usar sus dones con la lengua hasta conseguir que mi pene estuviera duro de nuevo además de limpio. Esa chica era una máquina del sexo. Sin ni siquiera pedir permiso se puso encima de mí y se lo clavó entero en su vagina.

Estuvo cabalgándome unos minutos sin que yo tuviera fuerzas para hacer nada, tampoco hacía falta, ella me estaba usando de consolador humano. Se incorporó y se dio la vuelta poniéndose de espaldas a mí. Volvió a agacharse para clavárselo, pero esta vez por el culito recién desvirgado, parecía que le había gustado la experiencia.

Unos minutos más tarde se lo sacó de allí y se lo volvió a meter en la vagina, esta vez sin darse la vuelta. Estuvo un buen rato alternando entre uno y otro mientras yo me deleitaba la vista con esas nalgas que no paraban de moverse encima de mí. Entonces se volvió a dar la vuelta poniéndose otra vez de frente, se lo clavó de nuevo en la rajita y comenzó a saltar a un ritmo totalmente frenético.

A cada momento que pasaba sus gemidos aumentaban de volumen y de velocidad. Hasta que llegó de nuevo al orgasmo dejándome toda la entrepierna empapada de flujos. Al terminar, se incorporó de nuevo y se quedó un momento mirándome sentado en el sofá con el pene totalmente duro.

—No puedo dejar que esta cosita se quede así, ¿no?

Y sin darme tiempo a responder, se arrodilló delante de mí y empezó a comérmelo de forma magistral. Por lo menos estuvo 10 minutos haciéndome una mamada de campeonato hasta que me corrí de nuevo.

Esta vez salió poca cantidad debido a la tremenda corrida que había soltado en su culo. Siguió chupándomelo hasta que quedó limpio de nuevo y se sentó otra vez a mi lado. Yo me sentía totalmente agotado y ella parecía que estaba cómo al principio.

Esa noche pedimos pizza y nos fuimos a dormir pronto. Yo casi no podía ni moverme.
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