Sergio llegaba a la puerta de la basílica junto con Rafa y Dominic Sutermeister. Dominic cogió a Nicolás, que seguía inconsciente.
―Me lo llevo, ¿verdad?
―¡Dominic! ―exclamó Javi, corriendo hacia él―. Sabemos dónde está.
Dominic se volvió hacia Javi.
―¿Lo tenéis?
―Sí. Está en el Vaticano. El disco solar está aquí. En alguna parte.
Sergio ya estaba mirando el plano y trazando una línea desde la Basílica Della Minerva hacia el Vaticano.
―¿Por dónde dices que pasa? ―preguntó.
―El Cristo de Miguel Angel estaba mirando hacia el noreste, más o menos. O sea que se cruza con el Vaticano―respondió Laura.
―¿Los museos, tal vez? ―preguntó Sergio―. No estoy muy convencido.
Dominic aportó una idea interesante entonces.
―Decíais que todo esto tenía relación con Minerva, ¿no, Sergio? ―éste asintió. Y Dominic continuó―. Pues en los Museos Vaticanos hay una escultura que representa a la Virgen dando de mamar al niño.
―Ya, ¿pero eso qué tiene que ver con…?―empezó Rafa.
―Es la Isis Lactans. Isis es la equivalente a Minerva―interrumpió Dominic.
Laura dio una sonora palmada, como si hubiera pasado un mosquito zumbando por delante de sus ojos.
―¡Isis Lactans! La Virgen dando de mamar al niño, o la diosa Isis dando de mamar a su hijo Horus. ¿Crees que es eso, Dominic?
―Nos hemos recorrido Roma de arriba abajo para acabar en el mismo sitio donde empezamos―gruñó Javi―. Es desesperante. Vamos al museo.
―¿Qué hacemos con Nicolás? ―preguntó Dominic.
―Anda y que se pudra.
Dominic condujo a los chicos hasta los Museos Vaticanos, llevándoles directamente hacia la escultura. La Virgen, en talla gris plata, daba el pecho al niño. Sendas aureolas coronaban sus cabezas. El niño miraba a su madre mientras tomaba el pecho.
―Hay dos discos―observó Rafa.
―Es el de la madre―dijo Javi, de inmediato.
―¿Por qué?
―Recordad la pista, “Sequere regis conspectum”, “sigue la mirada del rey”. Es obvio.
Rafa se acercó y lo miró más detenidamente.
―No parece tan místico―dijo―. Parece un objeto corriente.
―Lo es―dijo Dominic―. Pero puede ser poderoso.
―Lo dejaremos aquí. Vicente no puede ir más allá del obelisco. Dominic y Luca son ahora los que deben protegerlo.
―Espera, Javi, ¿has dicho lo que he oído? ¿Lo hemos estado buscando para dejarlo donde está? ―preguntó Lucas.
Javi asintió. Sergio también.
―Es lo lógico―dijo Sergio―. Aunque Vicente lo encuentre, que no anda muy lejos, primero, no puede pasar, y segundo, estará protegido por sus legítimos guardianes, que no sabían dónde estaba. Creo que con Dominic y Luca estará a salvo. Y más si contamos con el resto de la Guardia Suiza.
―Sólo les hemos llevado hasta lo que tenían que proteger, simplemente. Nadie sabía dónde estaba el disco desde tiempos de Sixto V―dijo Javi.