Javi casi se cayó un porrazo contra el suelo después de escuchar aquello. ¿Qué era aquello de que Vicente pretendía...? No podía ser. Que Vicente pretendiera salvar al Mal Más Antiguo había caído sobre él como un terremoto de grado nueve. Había destrozado todas las elucubraciones que tenía en mente acerca del asunto.
Lowell le sacó de dudas.
—La siguiente conversación es confidencial y debéis olvidar el asunto cuando todo esto termine. Vicente ha hecho creer a todo el mundo, sin excepción alguna, que él quería las reliquias para usurpar el trono de Sekhmet. Un cebo que hemos mordido todos, tanto mortales como inmortales. Mi señora nos ha contado una historia que ocurrió hace más de cuatro siglos.
—¡No tiene sentido! —le interrumpió Javi—. ¿Para qué tanto ejército? ¿Para qué tanto virus, si no era para crear neófitos exponencialmente y matar a un vampiro ancestral?
—¿Te crees de verdad que a Vicente Vicuña le hace falta un ejército para acabar con un solo vampiro, por muy diosa, señora y reina que sea? Habría urdido otro plan para acabar con ella si de verdad lo pretendiera. Tenía los medios a su alcance. Todo un ejército de hassasins y una organización con poderosos recursos. Sus planes no iban encaminados a matar a Sekhmet, sino a acabar con los hassasins de la Hermandad, que a su vez pretendían conseguir las reliquias para matar a Sekhmet. Por ello Vicente hace cuatrocientos años trató de convencer a todo el mundo de que quería el tesoro. Utilizar el tesoro para matar a Sekhmet. Traicionó a sus amigos por ello. Engañó a Serafín Vicuña, el más poderoso vampiro de Europa. Hace poco utilizó a los hassasins para que la Hermandad elaborase un virus vampirizador; también hace algún tiempo movió los hilos magistralmente para captar peones y transformarlos por todo el continente europeo. Los hassasins no se enteraban absolutamente de nada de lo que pretendía, porque Vicente mantenía su tapadera. Era un vampiro. Como tal, mordía a la gente.
—Vicente quiere salvar a Sekhmet...—Javi se quedó helado. Aún estaba impactado.
—Vicente ama a Sekhmet, Gómez—le soltó Lowell, como si fuera una losa de mármol sobre su cabeza—. Todos los pasos que ha dado han estado encaminados a ese fin último. El Vampiro Cero es considerado el Mal Más Antiguo. Siempre se ha referido a Sekhmet como el Mal Más Antiguo. Todo el mundo, sin excepción, incluso ella, pensaba que quería matarla. Sehkemt pensaba que Vicente quería matarla y ella quería acabar con todos porque él rechazó su proposición de reinar juntos sobre todos los vampiros del mundo para toda la eternidad. Se decidió a encontrar las reliquias ella sola, con nuestra ayuda. En aquel tiempo, tras el rechazo de Vicente, nos dio órdenes para buscar y matar a cualquiera que poseyera una de las reliquias. Pero los guardianes eran inteligentes. Dumoitiers se transformó en vampiro y reclutó una poderosa guardia. Los medjay jamás supieron dónde estaba el disco solar y los samurái tampoco conocían la ubicación de la katana de la diosa Amaterasu. Escondieron varias veces sus tesoros. Nosotros íbamos tras ellos, pero Vicente se nos adelantaba. Mataba a quien fuera necesario con tal de encontrarlos. Jamás nos dijo una palabra.
—Qué frialdad—murmuró Javi, impresionado—. Qué temple. Qué paciencia. Sin importarle lo que pensara nadie... ¿No le dijo nada de eso a Sehkemt para ganarse la confianza de Serafín Vicuña?
—Así es. Vicente está con Sekhmet ahora. Siente un profundo odio por vosotros. Habéis tirado por tierra todos sus planes desde que os cruzasteis en su camino. Quiere veros muertos, seguramente os intente matar. Le da lo mismo quién tenga que caer con tal de que él logre su objetivo.
Javi se apoyó en una pared, llevándose las manos a la cara.
—Partimos con ventaja, Gómez. Vosotros tenéis las reliquias. Decidme si estáis con nosotros o con esos malditos asesinos illuminati.