Al amanecer del día siguiente Javi aparcó el coche cerca de la sede de ADICT, pero había algo allí que le olía a chamusquina. Se bajó del coche y se dirigió a la puerta principal, pero ésta no se movió ni un milímetro cuando tecleó la contraseña. Cuando empezaba a pensar lo peor, la puerta se abrió y tras ella apareció Sergio.
Su expresión era cansada, tenía ojeras que le llegaban hasta el suelo. No había dormido nada aquella noche.
—Hemos tenido mucho lío. Nos han asaltado dos veces. Este sitio no es seguro, larguémonos.
—¿Dónde vamos a ir?
—Donde sea, Javi, pero aquí no podemos quedarnos.
Natsuki salió tras Sergio, con su mirada errante en el infinito, como si no viera a los recién llegados.
—¿La tenéis? —preguntó, simplemente.
Javi se la mostró e hizo ademán de entregársela. Pero Natsuki rehusó la katana, con un visible temor en los ojos.
—No. Quédatela. La has encontrado tú. Utilízala contra Sekhmet.
—¿Vamos a usar las reliquias contra Sekhmet? —preguntó Javi, confuso.
—Perdón—intervino Sergio—, larguémonos ahora y debatamos después lo que haya que hacer. Llevan once horas sitiándonos y se han ido hace escasos minutos.
—Bien. Ordena que levanten el campamento. Nos largamos...— dijo Javi, aunque no estaba muy convencido.
—Por cierto, Mikhail está muerto—le dijo Natsuki, saliendo del recibidor a la calle y pasando por delante de Javi, Esther y Laura sin siquiera mirarles a la cara.
—Vaya, ha mejorado su carácter—dijo Javi, fingiéndose gratamente sorprendido—. ¿Dónde sugieres ir, Sergy?
Sergio se dirigió a su coche. Con él fueron Rafa, Lucas y Galindo.
—No es seguro decir nada—dijo Sergio—. Seguidme.
Javi decidió confiar en su supervisor general. Sandra se acercó al jefe de ADICT.
—Estamos metidos en algo muy gordo, Javi. Demasiado. No sé quiénes nos han atacado, pero son buenos...
—O sea, que os han atacado y sitiado el cuartel general durante todo el día—reflexionó Javi—. Hum. Igual tienen relación con los que nos atacaron a nosotros en París.
—¿Os atacaron?
—Sí. Nos secuestraron. Logramos escapar por los pelos. Sigue tú a Sergy, yo cubro la retaguardia.
—Han cruzado la frontera y además tienen la espada.
—Malditos entrometidos. Son buenos— Claire lanzó una maldición por lo bajo. La rubia había comprobado en primera persona el potencial que tenían aquellos chicos, pero no se iba a dar por vencida. Ella era mejor. Su organización era poderosa y extendía sus tentáculos por todo el mundo.
—Habrá que contactar con España, ¿no, Lacroix?
—Entonces haré que se internacionalice la búsqueda— dijo Gwendal Lacroix, el hacker.
Claire sonrió. Había decidido partir hacia España lo antes posible. Dos agentes la acompañarían. Allí se encontrarían con Vicente y Margarita.
—También me han informado de que el asalto se ha llevado a cabo—siguió Lacroix—. Mermaron su sistema operativo y toda su seguridad está inoperativa. Tendrán que trasladarse.
—¿Algo más? —preguntó Claire.
—Sitiaron la sede de ADICT durante once horas y luego se retiraron. Eso desconcertó mucho a los muchachos.