6.La llamada

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Lo había dejado pasar, día a día. Cabía la posibilidad de que incluso se olvidara de mí. Y yo, necesitaba volver a sentir la inocencia, creer en cuentos con finales felices y reír sin motivo, solo por un rato, para luego volver a la realidad.

Llamé al timbre, y esperé a que me abrieran mientras escuchaba como al otro lado de la puerta se oían voces y pisadas. De lejos se sentía el hogar de una familia.

─ ¡Olga! ─exclamó Pablo, el marido de Carmen, asombrado por mi presencia.

─Hola Pablo! Pareces sorprendido.

─Lo estoy. Aunque estoy al tanto de que Carmen y tú os habéis visto, hace tiempo que no nos visitas.

─Lo sé, y lo siento, pero como ya sabrás, estoy pasando un difícil momento, aunque tampoco quiero que afecte a mi vida personal, por eso he venido a ver a ese bichito que tienes por hijo─ bromeé─. ¿Puedo?

─Oh, sí. Por supuesto, entra─ abrió la puerta del todo para que pudiera pasar a su casa─. ¡Héctor, mira quien ha venido a verte!

Héctor salió corriendo hacia el salón seguido de su madre.

─ ¡Tía Oga! ─me saludó Héctor tirándose a mis brazos.

Cuando nació Héctor, a Carmen le había parecido bien que el niño se refiriera a Miriam y a mí como sus tías, ya que éramos sus mejores amigas y le frecuentábamos muy a menudo. Él tenía como tías familiares a las dos hermanas de Pablo, pero a nadie le pareció mal que nosotras ocupáramos también ese lugar.

─ ¡Hola, tesoro! Oh, cuanto pesas ya.

Cogí a Héctor en brazos y le llené de besos. Esa criatura era una de las pocas que se llevaba mis muestras de cariño. En verdad, le había echado de menos.

─ ¿Qué haces aquí? ─me preguntó Carmen.

Esa mañana me había propuesto darles una sorpresa, y por eso me presenté en su casa sin avisar, pero en ningún momento me imaginé que se iban a sorprender tantísimo. Aunque, era de esperar, hacía meses que no pasaba por allí, cuando normalmente solía aparecer dos veces por semana para ver a Héctor, pues cuando Carmen, Miriam y yo salíamos era en plan de chicas, y nunca lo traía consigo.

─Te prometí que vendría a ver a Héctor.

─Si, me acuerdo, pero no esperaba que vinieras tan pronto. Pensé que necesitarías tu tiempo para adaptarte a tu nueva situacion─contestó Carmen midiendo sus palabras.

─No. Creo que debo empezar a retomar la vida que llevaba antes de que me despidieran─bajé a Héctor de mis brazos para que jugara con los juguetes que tenía esparcidos por todo el salón.

─Así se habla. Carmen me ha contado lo que te ha ocurrido, y sé que es difícil y más habiendo trabajado durante tantos años en esa empresa. También estoy seguro que estarás cansada de oír opiniones, así que yo lo único que te voy a decir es que vuelvas a realizar las tareas que te gusta hacer y poco a poco recuerdes esa etapa como lo que es, una experiencia de la que has aprendido y que ya pertenece al pasado. Tienes que salir reforzada, salir de ese cascaron en el que has estado encerrada y volver a tu vida de antes, aunque ya no sea exactamente igual. Los golpes es lo que tienen, que en un principio te hunden, pero luego te ofrecen la fuerza que necesitas para seguir adelante─ intervino Pablo, quien me hizo ver una luz en mi vida que no había percibido todavía. Daba la impresión que sabía de lo que hablaba y tenía razón. El mundo no se acababa por perder un trabajo, y aunque me urgía encontrar otro lo antes posible, tenía que regresar a esa rutina que tenía marcada desde hacía tiempo.

─Gracias. No lo había visto de esa manera, y aunque ahora lo veo todo gris, tengo que sacar el lado positivo, que seguro que lo tiene...digo yo ─los tres sonreímos ante mi manera de reflexionar─.

Enséñame a creer en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora