─Venga , Mario, ¿es necesario?─señalé nuestras manos entrelazadas.
─Claro que sí. ¿Qué pasa?¿Te molesta?─se detuvo en seco ,sin soltarme ─.¡No me digas que te da vergüenza!
─¡Por supuesto que no! Me es indiferente lo que piense la gente, y más si son desconocidos .
─¿Entonces?
─No sé...me resulta extraño ir cogida de alguien por la calle. Sé caminar solita.
Él meneó la cabeza con una sonrisa al escuchar mi última frase.
─No tiene nada de extraño , Olga. Soy tu chico ─respondió con total tranquilidad, como si hubiera dicho algo completamente normal, y retomamos el camino.
<Tu chico>>.En cuanto Mario pronunció esas palabras, se me puso el vello de punta. No habíamos vuelto a hablar sobre lo que éramos, ya que era un tema complicado que incluso podría llevarnos a una discusión, por lo que preferimos dejarlo estar. Oficialmente, nuestra relación no tenía nombre. Yo evitaba pensarlo; simplemente me dedicaba a disfrutar de nosotros. De manera que , cuando hacía unos segundos , él mismo se había bautizado como <<mi chico>>, todo mi cuerpo se tensó al escucharlo, tanto de emociones placenteras como de respeto, de mucho respeto.
─¡Cómo me gustaría que esto siempre fuera así! ─comentó Mario con melancolía.
─¿Así cómo?¿Qué quieres decir?
Él se detuvo de nuevo .Ya prácticamente habíamos llegado; solo estábamos a unos pasos del portal.
─Quisiera que lo que estamos haciendo hoy se repitiera , que no se limitara únicamente a las paredes de El Refugio, sino que también llegara al mundo real. Olga , me encantaría que tú y yo nos viéramos todos los domingos, fuera del trabajo. No sé, podríamos dar una vuelta, tomar un helado, o ir al cine. ¿Qué te parece?
Tragué saliva. Por un momento, llegué a pensar que el hecho de que me hubiera dado la mano e incluso que dijera que era <<mi chico>>resultaban producto de la tensión que sentía por volver a la que un día fue su casa y ver a sus padres. Creía que necesitaba sentirse acompañado y que yo era esa persona. Pero no. Se podía leer perfectamente lo que Mario intentaba insinuar: él quería que la relación que teníamos se tornara más seria, pero evitaba usar las palabras técnicas , posiblemente porque no quería presionarme.
─Creo que deberías entrar ─señalé el portal ─.Estás alargando el momento .Venga, cuanto antes lo enfrentes , antes saldrás.
Mario giró la cabeza para mirar la puerta y suspiró.
─Está bien, Olga. Voy a ello, aunque sea lo último que me apetezca hacer en el día de hoy.
─Vamos, demuéstrame que eres ese chico valiente que me cautivó ─le animé.
Sonrió con picardía , y se alejó, encaminándose hacia el lugar que lo había visto crecer. Pero , de pronto, lo vi recular y volver a mi encuentro.
─Mario , no te eches atrás. Ya estás aquí. Sé que va a ser un mal trago, pero tan solo será cuestión de un ratito. Recuerda que lo haces por tu madre.
─No he cambiado de opinión. Voy a subir , tranquila. He vuelto porque me falta algo.
─¿El qué?─pregunté extendiendo las manos al cielo, sin entender.
─Bonita , quiero mi beso de la buena suerte.
Prensé los labios con firmeza.
─¿Tu beso de qué...?
ESTÁS LEYENDO
Enséñame a creer en el amor
RomanceOlga, treinta y siete años. Teme el compromiso gracias a una relacion que terminó en divorcio. Mario, diecinueve años. Vive la vida a su antojo sin importarle la opinión de los demás. Sus caminos se cruzarán , pero ¿será capaz Olga de guiarse por el...