Capítulo 12.Pequeñas confesiones.

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De nuevo la rutina llamaba a mi vida. Ya era lunes. El despertador había sido el culpable de que yo abriera los ojos justo cuando prácticamente me había quedado dormida. Había pasado una mala noche en la que no paré de dar vueltas sin conseguir abandonarme al sueño. Ni contar ovejas, ni números, ni pensar en sonidos relajantes,... ¡Nada me funcionó! Los nervios por empezar algo nuevo me jugaron una mala noche, y ahora me moría de sueño. Hacía tiempo que no tenía un horario con obligaciones. Las últimas semanas mi vida había sido un descontrol; igual me levantaba a las nueve, que a las diez y media .Lo hacía simplemente cuando ya no tenía sueño. Y, aunque no podía negar que esto de vivir sin horario me hacía estar mucho más relajada, había echado muchísimo de menos la rutina.¡ Era una persona activa, y necesitaba hacer cosas!

Ya había mirado el reloj cientos de veces desde que me había levantado de la cama. Estaba nerviosa, tenía que admitirlo. Sabía que no había nada que temer, pues iba a un lugar altamente conocido, con personas de mi entera confianza, pero también era un sector desconocido para mí.

Desayuné rápidamente, poca cosa, pues mi estómago estaba cerrado. Y me puse bastante informal; elegí unos pantalones negros, una camiseta gris y unas deportivas. El pelo me lo recogí en una coleta alta. A mi parecer era lo más adecuado para trabajar en un bar. Félix me había dicho que me pasara sobre las nueve de la mañana, pero a menos diez yo ya estaba en El Refugio, y eso que podía llegar perfectamente en un minuto a más tardar, pues solo tenía que cruzar la calle.

─ Veo que tenías ganas de empezar a trabajar ─ me dijo Félix en cuanto me vio entrar por la puerta.

─Bueno, no quería llegar tarde el primer día.

─Hija, no hubiera pasado nada si te demorabas un poco. Esto no es una empresa de protocolo. Hay confianza. Pero, ya que estas aquí, empecemos.

Félix me enseñó todo lo que había en la barra ; utensilios, cubiertos , platos , vasos, aparatos que no tenía ni idea de para qué servían y me comunicó que ese iba a ser mi lugar de trabajo, aunque eso no quitaba que si en algún momento necesitaban de mi ayuda, por ejemplo, en las mesas, les echara una mano .Minutos después, vimos aparecer a Mario por la puerta , dispuesto a empezar su jornada, al que saludamos con un <<Buenos días>> que él nos devolvió con su sonrisa habitual. Era alucinante. Tenía buena cara hasta a esa hora de la mañana. Después, Félix me llevó al almacén para que viera como se organizaban todos los productos; luego a la cocina, donde él se pasaba la mayor parte del tiempo haciendo comidas, bocadillos, tapas, y todo lo que pidieran los clientes. Y más tarde al despacho, que ya conocía, pues había sido el lugar donde curé a Mario apenas unos días atrás. Me avisó que seguramente, cuando terminara mi turno, que de momento solo iba a ser de mañana, me cruzaría con Sol, la otra camarera. La había visto en alguna ocasión, pero no había reparado mucho en ella, pues era muy comedida .Únicamente trabajaba para sacar adelante a su hijo, pero no se sabía mucho mas de ella.

Cuando terminó de mostrarme todo, me entregó un delantal rojizo, igual al que llevaba Mario. Me lo puse a regañadientes y torcí el gesto mirándome de arriba a abajo. Nunca me había gustado llevar delantales. Ni siquiera en casa los utilizaba.

─Venga, no pongas esa cara que estas muy guapa─me dijo Félix mientras yo le dedicaba una mirada incrédula.─De todas formas, para este trabajo hay que llevarlo. Ya te iras acostumbrando ─y dicho esto se marchó a la cocina a empezar a realizar los menús del día.

Observé todo aquel lugar, que para mí siempre había sido de desconexión, de encuentro con mis amigas, y ahora se convertía en mi zona de trabajo. Jamás me hubiera imaginado que acabaría de camarera, y mucho menos en el bar de Félix. ¡Las vueltas que daba la vida! Reparé en Mario que estaba terminando de acomodar las sillas en sus mesas y, sin dudarlo, me acerqué a él.

Enséñame a creer en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora