Capítulo 24.Leire.

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Ese día no me quedé a comer en El Refugio. Me pareció adecuado marcharme a casa , y compartir ese ratito con mi madre. No quería que se sintiese sola. Ella había recorrido un sinfín de kilómetros , con lo que detestaba viajar en transporte público ,únicamente para venir a verme , y yo no la estaba prestando ninguna atención debido al trabajo. A Félix le extrañó que no comiese con ellos, por lo que le dije que había quedado con las chicas para hacerlo. La llegada de mi madre estaba incrementando las mentiras en mi vida.

Entré en mi piso, pero ni siquiera había llegado al salón cuando me paré en seco. No. Esto no podía estar pasándome. Di un par de pasos más ,pero de nuevo me detuve. Mi vista paseaba velozmente de un lado al otro de la sala. Pero , ¿qué era todo aquello? Seguro que se trataba de imaginaciones mías; el estrés de los últimos días me estaba superando. Sí , probablemente. Cerré los ojos fuertemente , y los volví a abrir. ¡Todo seguía igual!¡Era real!¡No se trataba de una pesadilla! Tenía unas terribles ganas de llorar , y un enfado monumental.

─¡Mamaaá! 

Tiré mis cosas al suelo de forma brusca , y hecha una furia caminé en su busca. Ella salió con una reluciente sonrisa, una pinza en el pelo, mi mandil puesto y unos guantes de látex en las manos.

─¿Qué demonios has hecho con mi casa?

─¿A qué está mejor así, cariño?¡Donde va a parar! La tenías tan insulsa...Le faltaba vida.

Miré a mi alrededor derrotada. Esa no era mi casa. Había transformado el salón por completo. El sofá estaba en el lado opuesto, hacia la ventana, acompañado de su mesita , aunque esta en lugar de en el centro yacía en un lateral. Pero , ¿cómo había podido con él?¡Si pesaba un quintal! Mis libros ya no ocupaban la estantería, sino un par de cajas que descansaban en el suelo, y en su lugar había puesto unas fotografías que seguramente trajo de su casa, y unas pequeñas copas de cristal. ¿En serio había cargado con eso en su maleta? La mesa donde comía  normalmente se  encontraba justamente en el centro del salón , estorbando, pues no había espacio para pasar. En cambio, lo más grave llegó cuando me giré en dirección a donde normalmente habitaba mi escritorio con el ordenador . 

─Mamá ─me acerqué a ella a pasos agigantados ─, ¿dónde está mi ordenador?

Esta se quitó los guantes minuciosamente.

─Lo he desenchufado, y lo he puesto en la mesa que tienes en el dormitorio. Aquí ese trasto no pinta nada; estropea completamente la estética.

Corrí al dormitorio, y lo vi, con todos los cables desenchufados y arrastrando. Me tiré al suelo e intenté conectarlos, pero cuando creí haberlo conseguido y pulsé el botón , el ordenador no encendía. Lo intenté un par de veces más de distinta manera, conectando los cables en diferentes sitios, pero seguía sin responder. ¿Y ahora qué hacía? Yo no sabía dónde iba cada cable...Iba a matar a mi madre.

─¿Has visto lo que has hecho? Ahora no tengo ni idea de cómo van estos cables ─exploté dejándolos caer al suelo cuando escuché sus pasos aproximándose.

─Yo tampoco , hija, por eso no he querido meter mano.

Deforma drástica , me giré para mirarla desde mi posición sentada en el suelo

─¡Por supuesto que no!¡Ya has metido demasiada!

─Pero, ¿te gusta como ha quedado la casa? Mañana sigo con el dormitorio. Hoy solo me ha dado tiempo al salón.

Quise gritar de desesperación. ¿Acaso todavía no se daba cuenta de la faena que me había hecho?

Me levanté , aproximándome hacia donde se encontraba.

Enséñame a creer en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora