2.Perdona, ¿Y tú quién eres?

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A la mañana siguiente me levanté con un terrible dolor de cabeza. Sabía perfectamente que el alcohol no me sentaba nada bien, y ayer me pasé. Aunque, creo que las demás bebieron mucho más. Si yo me encontraba fatal, ni me imaginaba como estarían ellas. El reloj que tenía en la mesilla al lado de la cama marcaba las diez y media. Me di una ducha pensando que calmaría mi dolor de cabeza. Ilusa. El dolor seguía ahí. Un analgésico me vendría de perlas. Miré en la cocina, pero no tuve suerte. No me quedaban. ¿Y ahora como iba a calmar este dolor?

Volví a mi dormitorio y me puse unos vaqueros y una camiseta gris. El pelo no me lo iba a recoger. No me convenía llevarlo muy tirante, por lo que simplemente lo peine. Me calcé las manoletinas y cogí la cartera, el móvil y las llaves. Adonde iba no necesitaba mucho más.

Entré en el bar de Félix. Lo bueno era que estaba justo en la acera de enfrente de mi casa. Carmen y Miriam vivían en el mismo barrio, pero un poco más alejadas. Félix sería el único que seguramente iba a tener un remedio para mí. Apenas había un par de personas. Nada que ver con la noche de ayer. Los domingos eran más calmados y, principalmente por las mañanas. Me senté en una mesa al lado de los ventanales. A los pocos minutos apareció ante mí un chico bastante joven. No tendría más de veinte años. Su pelo era de color marrón como esos ojos que ahora mismo me estaban mirando, y lo llevaba hacia arriba, probablemente a causa de la gomina que utilizaban los chicos de su edad.

─Hoy no tienes buena cara. Consecuencias de la noche de ayer, supongo─soltó de repente.

Le miré con cara de pocos amigos. "¿Y este niñato de que va? Yo no le había dado confianzas para que opinara sobre mi cara. Ni siquiera sabía quién era»

─ ¿Y tú que sabrás lo que hice ayer?

─Te vi ayer por la noche. Por cierto, ibas muy mona─respondio guiñándome el ojo.

Me giré bruscamente. 

─Ya.

─Celebrabais un cumpleaños, ¿verdad? Estabais muy contentillas. ─dijo mostrándome una sonrisita.

Apenas llevaba unos minutos hablando, pero este niño me estaba levantando más dolor de cabeza del que ya tenía.

─Perdona, ¿y tú quién eres?

─ ¿No te has dado cuenta? ─señalo su delantal en el que se leía el nombre del bar─. Soy el nuevo camarero. Empecé ayer, por eso os vi.

Ahora que lo observaba, me daba cuenta de que llevaba un delantal rojizo rodeándole la cintura. Ni me había percatado. Pensaba que Félix no necesitaba más empleados. Ya tenía una empleada, Sol, pero solo venia por las tardes.

─Genial, pero eso no te da derecho a meterte en mi vida.

─No me he metido en tu vida. Solo te recordaba lo bien que lo pasasteis anoche. Además, deberías darme las gracias.

─ ¿Y eso por qué?

─Porque te acompañe a tu casa.

Le mire atónita.

─No es que estuvieras borracha─continuó─, pero como ya te he dicho antes, ibas contenta. Y entre eso, y que te costaba demasiado andar con esos tacones, Félix me indicó donde vivías y me pidió que te acompañara a tu casa mientras él llevaba a tus otras amigas en coche a sus casas. Creo que no se fiaba de vosotras.

─No puede ser...─susurré mientras me masajeaba la cabeza con las yemas de los dedos.

─No te sientas mal. Una noche es una noche.

─Perfecto. Y, ahora que ya me has contado todo lo que pasó anoche, ¿me puedes traer un café?

─Claro. Ahora mismo.

Enséñame a creer en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora