Capítulo 25.Una buena noticia.

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Como habíamos acordado, Mario subió a mi casa. Por unos segundos tuve mis dudas de si al final accedería o no, pues el tema de Leire nos estaba pasando factura y nuestra relación empezaba a enfriarse. Esa mañana en el trabajo todo había sido cordialidad, pues pese a que, como siempre, él había intentado acercarse a mí y aliviar el enfado, yo no estaba por la labor de ceder. Y aunque odiaba cabrearme con él, cuando lo hacía, necesitaba mi tiempo para reflexionar y conseguir apaciguarme. Así que la tensión reinó en el ambiente y la incomodidad fue creciendo. En ningún momento la palabra "bonita" salió de su boca, ni hubo tomaduras de pelo entre nosotros. Tampoco nos escondimos de Félix para darnos algún beso perdido como acostumbrábamos, ni siquiera una caricia hizo acto de presencia ese día. Y dolía. ¿En qué momento tuvo que aparecer esa chica en nuestras vidas?

─El ordenador está en mi habitación ─ dije dejando las llaves y el bolso encima de la mesa del comedor ─.Mi madre no ha tenido el valor de traerlo de nuevo al salón...o no ha querido , vete tú a saber ,porque cuando le interesó moverlo sí que sacó las fuerzas necesarias. Ven.

A pesar de que me daba un poco de vergüenza que viera un espacio tan intimo de mi casa, si quería que mi ordenador volviera a su lugar, tenía que dejarle pasar. Además , él ya lo conocía. Hubo una ocasión en la que entró, aunque ahora estaba algo diferente , pues las pertenencias de mi madre acompañaban a las mías.

Mario me siguió sin decir una palabra, y sin mirar demasiado, se acercó al ordenador. Cualquiera que le hubiera visto pensaría que era él quien estaba enfadado, pero yo, que lo conocía bien, sabía que lo que estaba haciendo era darme mi tiempo porque aún me sentía un poco molesta(pese a que no debería, pues me estaba haciendo un gran favor ayudándome con el ordenador).Sin embargo, ver cómo, a pesar de todo, ponía todo su empeño en reparar el caos que había organizado mi madre, conseguía remitir mi enfado, logrando que pasara a un segundo plano. Aunque los dos sabíamos que él sería el primero en provocar un acercamiento . Nunca aguantaba más que yo.

─¿Te ayudo? ─pregunté cuando Mario cargó la torre con sus fuertes brazos, que dejaban bien a la vista sus trabajados músculos.

─No, Olga. Esto pesa como un demonio .No sé como tu madre pudo con ello.

Yo tampoco lo entendía, pero cuando ella tenía en mente hacer algo, unía todas sus fuerzas para conseguirlo.

Al salir Mario hacia el salón, yo alcancé la pantalla del ordenador. Por fortuna, era plana y muy ligera , por lo que no pesaba. La dejé sobre el escritorio, y él se agachó para estudiar cada cable y conectarlo como correspondía. ¿Cómo se aclaraba? Fue un trabajo rápido. Se notaba que entendía porque apenas tardó unos minutos, que yo aproveché para contemplarlo y ponerme nostálgica, recordando los buenos momentos que compartimos y cómo había desembocado todo para acabar en el punto tan desastroso en el que nos encontrábamos ahora.

Levanté la vista al ver que se ponía de pie mientras sacudía sus manos.

─Bueno, creo que esto ya está ─me informó pulsando el botón de encendido ─.Ahora hay que esperar a ver si arranca.

Asentí.

Un pitido nos alertó ,haciendo que ambos mirásemos la pantalla y observáramos con nuestros propios ojos que efectivamente el ordenador se estaba encendiendo.

Mario sonrió orgulloso y yo le respondí estirando mis labios en una sonrisa similar.

─Parece que funciona ─comenté sin dejar de mirar la pantalla.

─¿Dudabas de mis dotes informáticos?─bromeó Mario. Agradecía que en ningún momento perdiera su sentido del humor , porque calmaba mucho el ambiente. Enfoqué mis ojos en los suyos.

Enséñame a creer en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora