A primera hora los jóvenes se encontraban camino a la ciudad, la mercancía se encontraba dentro de una carroza la cual era tirada por el caballo de Yoshio, el corcel era llamado Yumi debido a que era tan blanco como la nieve, a su costando se encontraba Eros quien montaba un pura sangre de color negro.
- ¿Cómo se llama? – preguntó Yoshio.
- ¿Qué? – pronunció Eros rápidamente, estaba tan absorto en sus pensamientos que no había prestado atención.
- El caballo, ¿Cómo se llama? – soltó una pequeña risa.
- No tiene nombre.
- ¿Por qué?
- No creo que lo necesite – Eros miraba al frente.Cruzaban por un bosque, había árboles por todos lados, la frescura se sentía en el aire, por un momento eran los dos en el mundo o eso era lo que estaba pensando el Dios.
- Todos necesitamos uno – Yoshio respondió seriamente – si no tiene uno ¿Cómo se distinguirá del resto?
- Nunca había pensado en eso … ¿Qué nombre le darías?
- Eso es algo que usted debe darle, el corcel es suyo – acto seguido Yoshio se adelantó dejando al Dios atrás.En otras circunstancias Eros se hubiera molestado, incluso lo habría castigado, pero por alguna razón encontraba encantador lo que acaba de hacer ese joven, lo miraba desde atrás. Insolente fue lo que pensó, mientras cabalgaba más rápido para alcanzarlo.
El calor se hacía cada vez más presente, descansaban a ratos bajo las ramas de los árboles, hablaban del clima, los animales, Yoshio le contó cómo fue la primera vez que se lastimó con una aguja, su padre le había ordenado que se mantuviera lejos de sus utensilios de trabajo
- Y entonces ¿Qué hiciste? – Eros soltó las palabras con tomo divertido mientras le sonreía.
- ¿Qué piensas? Obvio no le hice caso – ambos se soltaron a reír – cuando mi padre se fue a dormir bajé a su estudio tomé un pedazo de tela, una aguja y entonces inserté el pedazo de metal a la tela, después de eso grité tan fuerte que desperté a mi padre.
- ¿Qué hizo él?
- Cuando me vio corrió a abrazarme.
- Bueno, no podría culparte sólo querías ser como él – las palabras de Eros fueron serenas, tanto que provocaron en Yoshio una gran calma.
- Así es – Yoshio miro al cielo y cerro lo ojos – yo solo quería ser como él – repitió.El sastre se encontraba sentado con la espalda recargada en un árbol, a su lado Eros estaba recostado en el pasto, el cielo estaba despejado, el viento soplaba sereno, tanta tranquilidad debería ser un pecado si pudieran estar así todos los días seria increíble.
Para Eros era difícil imaginar una posibilidad de vivir así ¿Cómo era posible que estar con una persona te hiciera sentir tan bien?
Por la tarde llegaron a la ciudad indicada para dejar la mercancía para sorpresa de los jóvenes el mercado estaba prácticamente desierto, había locales cerrados, uno que otro puesto a la vista, pero lo que más les llamó la atención fue ver a un grupo de personas reunidas fuera de una casa y lo que parecía ser una puerta rota. Sin desviarse de tu trabajo ambos continuaron su camino hasta llegar al lugar indicado.
- Buenos días – dijeron al mismo tiempo.
- Buenos días ¿Qué los trae por aquí? – contesto el anciano muy amablemente.
- Venimos con un encargo para usted – Yoshio señaló el cofre que se encontraba en el suelo.
- Eres el joven sastre, discúlpenme los esperaba para mañana – el viejito salió de atrás del mostrador para ver el cofre mientras les preguntaba - ¿Tuvieron algún inconveniente al venir a aquí?
- Para nada, pero ¿Sabe que es todo el alboroto de allá afuera? – pregunto Eros señalando la dirección de la multitud.
- Pensamos que esta ciudad era muy transitada por su mercado lleno de cosas, pero esta desierto – añadió Yoshio.
- Me temo que eso quedó atrás, la ciudad está siendo saqueada por un grupo de rebeldes llamado Vindicta, es la tercera casa esta semana, ahora poca gente viene por aquí – la voz del anciano sonaba cansada.
- Eso es horrible ¿no hay manera de hacer algo? – preguntó Yoshio.
- Joven la guerra sólo trae más guerra y no culpo a esos chicos eran esclavos que ahora solo buscan desquitar su furia – el anciano miraba por la ventana.Después de una cena junto a una cálida charla los jóvenes se despidieron.
- Tengan buen viaje y cuídense – les deseo el anciano.
“La guerra trae más guerra” esas palabras Eros no podía sacarlas de su cabeza ¿Cuántas guerras no ha presenciado? ¿Cuánta gente inocente ha visto morir? El capricho de los Dioses es grande, ellos son orgullosos, así como arrogantes, crean conflictos con fines de entretenimiento, el caos se encuentra en todos lados eso lo sabía muy bien, si quieres sembrar terror en un reino ataca a los pueblos aledaños a este, la gente entrará en pánico provocando el caos.
Así fue como comenzó la guerra de Troya.
Para su mala suerte la noche llegó rápidamente, si seguían cabalgando llegarían al amanecer.
- Debemos descansar – el tono de voz de Eros fue demandante.
- Me temo que tienes razón, busquemos un lugar donde acampar.Una vez encontraron un sitio donde dormir Eros se dirigió a amarrar a los caballos, una vez ahí se escuchó un ruido que provenía del oscuro bosque, los ojos del Dios paseaban por la penumbra absoluta, acto seguido un grupo de chicos saltó sobre ellos, tres corrieron en dirección a Eros y dos más fueron a donde se encontraba Yoshio.
Muy molesto el Eros le soltó un puñetazo a su primer atacante, le pegó tan fuerte que se quedó tirado en el suelo, los otros dos se miraron el uno al otro para proseguir a atacar juntos, pero ante un dios ¿qué pueden hacer?, tomó del brazo a uno de ellos mientras le colocaba una patada al otro, luego lanzó al primero por el aire mientras se desasía del último, una vez estaban todos en el suelo giró rápidamente para ayudar a Yoshio, pero no tenía nada que hacer, el joven había tomado una vara larga y gruesa de madera que se encontraba en el suelo, se defendió de sus atacantes como si de un espadachín se tratara.
Eros colocó a sus atacantes frente a él los miro y dijo “largo de aquí” con una voz tan amenazadora que lo único que pudieron sentir fue miedo, en la oscuridad los ojos del dios parecía que brillaban, una vez dichas estas palabras los agresores salieron corriendo.
- No sabía que peleabas tan bien – le dijo Eros, los dos estaban recostados en el piso al lado de una fogata.
- Cuando uno está solo tiene que aprender a defenderse.
- Es una lástima.
- ¿Por qué? – Yoshio sonaba incrédulo.
- Quería ser yo quien te salvara – Eros giró su cabeza y le concedió una sonrisa a Yoshio.Ambos se miraron, la luz de la luna hacia que la piel se Yoshio se viera más blanca.
- Buenas noches – dijo Yoshio mientras se daba la vuelta, Eros tenía una enorme sonrisa pues las orejas de Yoshio estaban rojas.
Las estrellas se veían hermosas, para los dioses no es necesario dormir, entonces mientras Yoshio yacía en los brazos de Morfeo, Eros estaba contemplando cada parte de él, podrían pasar días para volver a verlo y no iba a desaprovechar un minuto estando a su lado.
Al amanecer emprendieron su viaje camino de regreso.
- Gracias por acompañarme – le dijo Yoshio una vez que ya se encontraba de regreso en su sastrería.
- No me des las gracias, me divertí acompañándote – Eros no dejaba de verlo – me tengo que ir – dijo.
- ¿Tan pronto? – Yoshio sonaba decepcionado.
Tengo trabajo que hacer, pero vendré pronto a verte – subió a su caballo, le sonrió mientras se alejaba, miraba de reojo a Yoshio mientras se alejaba, tenía ganas de besarlo.Al llegar al olimpo fue a dejar a su caballo, le acarició la cabeza y mientras pensaba en las palabras de Yoshio le dijo:
-Mi corcel eres tan hermoso no puedo creer que a mi fiel compañero nunca le he puesto nombre, te llamare Yuki porque eres tan negreo como la oscuridad misma – el caballo relinchó – así es, le haces justicia a tu nombre.
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El sueño de Eros
RomanceUn dios que rompe las reglas del Olimpo para estar con el hombre que ama, trayendo consigo un castigo que condena a ambos al sufrimiento, el recuerdo y la añoranza. "Hace mucho tiempo cuando la tierra era gobernada por dioses, existía aquel conocido...