CAPÍTULO 12

3 1 0
                                    

Varios meses habían pasado desde la partida de Yoshio, hace meses que Eros no sabía nada de su amigo Hermes.

El Dios se encontraba encerrado en su enorme habitación, durante el día bebía y por la noche se lamentaba, no podía ni cerrar los ojos porque recordaba el momento en el que su amado le había sido arrebatado.

Mucho ruido se escuchaba fuera de sus aposentos, los demás Dioses hablaban, pero a nuestro Dios no podía importarle menos, se encontraba sentado junto a la ventana viendo un jardín de flores que se encontraba detrás de su habitación, a lo lejos escuchaba música proveniente de la residencia de Apolo, una melodía triste llenaba el campo.

A estas alturas todos en el Olimpo sabían lo que había pasado.

Unos pasos se acercaban, cada vez se escuchaban cada vez más fuerte, Eros giró su rostro, al hacerlo vio una figura masculina en la entrada.

- Hermes… - el Dios se soltó a llorar.

Hermes había corrido lo más rápido que pudo para ir al encuentro de su amigo, se veía enrojecido y jadeante – su pecho subía y bajaba. El Dios corrió para abrazar a su amigo mientras veía el cuarto hecho un desastre, había barriles de vino vacíos tirados en una esquina, Eros los había encantado para sentir la sensación de embriaguez pues los Dioses no pueden emborracharse, así no estaba en sus cinco sentidos, así pensaba menos, así extrañaba más.

- Amigo… perdón por dejarte solo – Hermes lo abrazaba.
- Estas a salvo – dijo.
- Sí, estoy a salvo – Eros seguía llorando, Hermes lo separo por un momento – Ven, tengo que llevarte a un lugar.

Era la primera vez que Eros salía de su habitación después de aquel largo encierro, Hermes lo obligó a bañarse y colocarse ropa limpia.

Ambos Dioses se dirigían a un templo destinado a Apolo, pues en este lugar se encontraba el Oráculo conocido por su capacidad de ver el futuro.

Al llegar a la enorme estructura Apolo los estaba esperando.

- Solo uno puede pasar – dijo mirando a Eros.
- Hermes ¿Para qué me trajiste aquí? – Eros miraba a su amigo.
- Necesitas un incentivo para cumplir con el castigo que te dio tu madre.
- ¿De qué me sirve eso si Yoshio esta muerto? – Eros estaba molesto. 
- Lo volverás a ver – dijo Hermes.
- ¿Cómo estas tan seguro?.
- Sé que será así, si no me crees entra y pregúntalo por ti mismo.

Eros se adentró a las ruinas para dejar a los dos Dioses detrás de él.

- ¿Por qué lo ayudas? – preguntó Apolo.
- Si yo no puedo amar al menos puedo ser un espectador, y tú ¿Por qué nos ayudas? Pudiste negarte a que viniéramos aquí.
- También quiero ser un espectador – los dos chicos miraban la entrada, Eros ya no se veía.

Cuando Eros se adentró más en aquel templo llegó hasta un salón de piedra, una a una varias velas en un candelabro comenzaron a encenderse, en el centro se encontraba un trono en el cual se podía mirar a una figura, sus ropas eran negras además era imposible ver su rostro, pero se podía distinguir que era una mujer, entonces una dulce voz se hizo presente.

- Acércate Dios – la voz era cálida.
- Vine a verte Oráculo – Eros se acercaba a aquella figura.
- Lo sé, yo puedo ver el futuro.
- Entonces sabes ¿Por qué estoy aquí?.
- Así es, vienes por una respuesta para calmar el dolor de tu corazón – la voz sonaba muy amable.
- Hermes me dijo que lo volvería a ver ¿Es cierto? – Eros se acercó más.
- ¿Es eso lo que quieres saber? – confirmó la voz.
- Si – Eros pensó por un momento para subir su mirada a la figura – eso es lo que quiero saber ¿Lo volveré a ver? – su voz se quebró al final.
- Muy bien – por un momento el cuerpo que estaba en el trono se puso rígido, con la mirada puesta al frente, entonces empezó a decir unas palabras.

El ser amado renacerá, la espera eterna llegará a su final, cuando el castigo divino sea completado, tu destino será liberado.

Tras decir estas palabras la figura desapareció, dejando a Eros solo en aquella oscuridad.

Al salir del templo Apolo y Hermes lo estaban esperando.

- ¿Qué te dijo? – Hermes sonaba entusiasmado.
- Tenías razón – Eros lo miró con una sonrisa, era la primera vez que sonreía desde aquel trágico día.
- Te lo dije – Hermes le regresó la sonrisa.

Los tres Dioses se encontraban camino al olimpo.

Desconozco la respuesta a esta pregunta, pero ¿Tengo permitido extrañarte? Yoshio donde quiera que te encuentres espero que mis palabras te lleguen. Esperare por ti así pasen cien años, la paciencia será mi amiga y la soledad mi compañera.

Eros tomó su arco y sus flechas para acto seguido salir de su habitación y bajar a la tierra, tenía muchas almas que juntar.

La mente del Dios estaba llena de su amado, pero ahora no estaba triste, se encontraba impaciente, en su corazón sentía que aún quedaba algo de esperanza.

Cuando nos veamos de nuevo ¿Puedo volver a amarte?.


El sueño de Eros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora