CAPÍTULO 5

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La luz abrazadora del sol cubría el cuerpo de Eros quien estaba recostado en uno de los jardines del olimpo – Apolo debe estar contentó – pensó, colocó su brazo sobre sus ojos mientras pensaba en su viaje con Yoshio el día anterior, había pasado un día y ni siquiera un día completo desde la última vez que lo vio, pero sentía que había pasado una eternidad.

Lo extrañaba.

- ¿Cómo te fue en tu cita? – se escuchó una voz que se acercaba.

Eros apartó el brazo de su rostro. Era Hermes quien se acercaba a él con una sonrisa en el rostro.

- Es un secreto – contestó la divinidad lanzándole una risa burlona a su amigo.
- Eres tan malo, uno aquí cubriéndote y ni siquiera me agradeces – dijo mientras se recostaba a su lado.
- Gracias amigo – Eros sonaba sincero.
Debes tener cuidado, lo sabes ¿no? – Hermes sonaba preocupado.
- Lo sé – sonaba rendido – no pensé que me gustaría tanto – dijo finalmente.
- Los Dioses están hablando.

Eros guardó silencio un momento mientras miraba el cielo, las nubles eran tan blancas como el cabello de Yoshio, las flores que rodeaban el campo le recordaban a su tienda llena de telas coloridas.

- Hermes no quiero pensar en eso…todavía no – Eros se puso de pie giró su cabeza para ver a su amigo – vamos a divertirnos – sentenció mientras le lanzaba una sonrisa.

Hermes se puso de pie.

- El primero en llegar a la costa de las Nereidas pierde.

Ambos dioses emprendieron una carrera a una velocidad descomunal, atravesaron un jardín seguido de otro y otro más.

- Soy el Dios más rápido de todos ¿lo sabes? – Hermes miro a Eros mientras decía estas palabras, acto seguido aumentó su rapidez, corrió tan rápido que tuvo que esperar a Eros sentado en la playa.
- Eso fue trampa – Eros se dejó caer en la arena.
- Tu empezaste el juego – dijo con tono burlón.
- Fue una pésima idea – Dijo Eros entre jadeos.
- Así es, eso significa una cosa…yo gané, ahora me debes un premio.
- ¿Qué es lo quieres? – Eros miró a su amigo.
- Quiero que me digas como te fue en tu cita – dijo finalmente.
- Tú ganas – comenzó a reír antes de contarle todo.

Comenzaba a hacerse tarde mientras los amigos hablaban, Eros le contó como transcurrió el viaje a la cuidad, también sobre el grupo que los atacó y que incluso ahora su corcel tiene nombre.

- Amigo me siento muy feliz por ti – Hermes soltó un suspiro – pero también estoy preocupado – tu mamá…tu mamá ayer me preguntó por ti.
- ¿Qué le dijiste? – Eros dijo bruscamente.
- N-nada – tartamudeo.
- ¿Cómo que nada? Algo le tuviste que haber dicho.
- Bueno si…le dije que estabas trabajando, que estabas haciendo tus labores, ya sabes eso de las flechas – Hermes simuló lanzar una.
- ¿Ella te creyó?
- No lo sé – hizo una pausa y miró el piso – me fui corriendo después – Eros soltó una carcajada seguida de la de Hermes – ella me da mucho miedo.
- A todos…gracias.
- No me agradezcas mejor ponte a hacer tu trabajo o si no ya no te hablare más.
- Tienes razón, aun así, gracias.

Ambos se quedaron mirando el atardecer, el sol poco a poco fue desapareciendo hasta que ya no era posible verlo más, el frio de la noche se hizo presente.



A la mañana siguiente Eros se levantó muy temprano tomó su arco junto con sus flechas que se encontraban en su habitación, colocó las flechas en su espalda, acto seguido dejó el olimpo, tenía trabajo que hacer.

No podía dejar que su amigo quedara como un mentiroso, una vez terminará podría regresar con Yoshio.

Como lo extrañaba.

Todos los Dioses tienen distintas habilidades que les fueron otorgadas al nacer, por su parte Eros es el responsable de hacer que el amor ocurra, pero esto no es una tarea fácil, el Dios no anda lanzando flechas al azar para hacer que dos desconocidos se amen, su trabajo es más complicado que eso pues él hace una búsqueda minuciosa entre las almas de los habitantes, observa con detenimiento un núcleo que solamente él puede ver, cuando un alma es compatible con otra estas irradian un brillo, ahí es cuando el Dios hace su magia, coloca una flecha de oro en su arco dorado lanzándola a los amantes destinados, no importa si no se miran en ese instante, no importa si se encuentran lejos sus destinos ya están entrelazados y la siguiente vez que se encuentren no podrán separarse pues ahora sus almas ya son una sola.

El sueño de Eros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora