CALLE
Por un momento, pensé que mi cerebro me estaba jugando una mala pasada. Cuando oí el timbre de la puerta de mi piso, lo primero que se me ocurrió fue que Nela había olvidado algo y había vuelto por ello. Pero, por supuesto, no fue eso.
El maldito destino siempre tiene que conspirar contra la gente.
Poche estaba de pie en mi puerta, con una sonrisa bastarda en los labios, vestida completamente de negro. Sus gafas de sol estilo Aviador cubrían sus ojos, y no hacía falta mucho para saber que estaba a punto de mojar las bragas por esa sexy morena.
Como tampoco tardé en darme cuenta de que estaba prácticamente semidesnuda con una mujer pervertida en la puerta de mi casa.
-¡Poche! Yo-yo, um... Necesito vestirme, Nela ella... Yo... - ¡Mierda! ¿Dónde están las malditas palabras cuando las necesitas?
-Tranquila, Daniela. - dijo Poche en tono solemne y pasó junto a mí.
Al igual que su jefa, entró como si fuera "su casa" y recorrió el pequeño pasillo hasta mi sala, donde se sentó con las piernas abiertas y se quitó las gafas.
Debo mencionar que se empeñó en mirarme de arriba abajo, haciéndome sentir aún más... desvestida.
Hija de puta.
-No tienes que ser así, Daniela. No es que no te haya visto desnuda antes, ¿no?
Creo que mi boca se abrió dos o tres veces antes de conseguir cerrar la puerta y pensar en algo coherente que decir.
-Pero aún así. Me vestiré y volveré enseguida.
Creo haber oído algo así como "para qué la ropa si no vas a estar vestida durante mucho tiempo", viniendo de Poche, pero prefiero pensar que era sólo mi imaginación jugándome una mala pasada.
Mientras me vestía con unos vaqueros cortos, me puse a pensar en una sola razón por la que Poche vendría a mi piso, casi a las seis de la tarde de un viernes. Pero no tengo ni idea.
Porque, vamos, que no vendría a mi casa sólo para ver si estoy bien. No se molestó en mirarme a la cara después de filmar la escena, así que ¿desde cuándo le importaría si estoy bien? Todo esto me hacía un nudo en la cabeza.
Respiré profundamente y me miré en el espejo, dándome cuenta de que me veía demasiado bien para recibir no sólo a ella, sino a Josh, que llegaría en una hora. Hablando de eso, tengo que inventar una razón rápida para que Poche se vaya.
Con ese pensamiento en mente, volví a la sala de estar, encontrando a Poche arrodillada frente a la estantería de mi sala, jugueteando con el DVD y encendiendo la televisión.
-¿Qué estás haciendo?
Se volvió y me sonrió, levantándose y sentándose de nuevo en el sofá.
-Estaba poniendo un DVD para que lo viéramos... Si no te importa, yo...
-¡Me importa, Poche! Por Dios, ¿qué tienes tú y tu jefa en la cabeza? ¿No conocen algo que se llama "educación"? Sí, las dos vinieron a mi piso, subieron sin anunciarse, y entraron sin ser invitadas y, como si eso fuera poco, ¡Ahora estás ahí jugando con mis aparatos eléctronicos como si nos conociéramos desde hace décadas! - Dije, ¡totalmente molesta! Con una mano en mi cintura y la otra masajeando mi frente.
Poche inclinó la cabeza hacia un lado y me miró lentamente de arriba abajo, con una sonrisa en la comisura de los labios. Esa expresión de "me importa una mierda lo que acabas de decir" me estaba molestando aún más.