Entré en mi habitación con Poche siguiéndome y le di unos minutos para que echara un vistazo. No había gran cosa, mi habitación tenía una decoración clásica, muy femenina…. Paredes de color crema, una cama doble con una colcha rosa bebé, mi mesita de noche con algunas fotos y mi despertador.
Mi armario no era muy grande, su puerta estaba al lado de la del baño. En la parte delantera de mi cama había un estante con mi televisor y mi DVD y al lado estaba mi cosa favorita: mi estantería, que era lo que Poche estaba mirando en ese momento.
La literatura es mi pasión más completa. Confieso que soy una romántica declarada, y por mucho que algunos títulos de Sidney Sheldon (un gran autor de suspenso) ocuparan un lugar destacado en mi estantería, el romance era el género que dominaba allí.
-Una romántica incurable, Daniela. – dijo Poche, cogiendo uno de mis libros de Nicholas Sparks. – Te juro que nunca se me pasó por la cabeza que fueras del tipo libros, lluvia y chocolate caliente.
-¿Por qué no? – pregunté, interesada en su respuesta. - ¿Qué pasaba por tu mente sobre mí, Poche?
-¿La verdad? Que eras el tipo de mujer a la que no le gusta nada demasiado cursi, nada demasiado dramático… Fuiste tan dura con la película, que… No sé, sólo pensé que eras una mujer más severa. – se encogió de hombros, poniendo mi libro de nuevo en la estantería. – Pero resulta que estaba muy equivocada. Dicen que sólo se conoce realmente a una mujer cuando se visita su dormitorio, ahí sabemos muy bien a qué nos enfrentamos.
Me quedé en silencio, reflexionando un rato sobre todo aquello. Ella tenía razón. Yo era romántica, pero en ningún momento se lo mostré, y sabía muy bien por qué no se lo mostraba. En parte porque, después de todo lo que pasó entre Josh y yo, me di cuenta de que no tenía sentido ser romántica con los hombres; nunca estarían a nuestra altura. Así que decidí que no sería romántica con nadie más.
Y en parte porque… Bueno, Poche es una mujer, pero ¿por qué iba a mostrar ese lado de mí a ella? Lo que teníamos era sólo… ¿Sexo? Sí, sexo. Ni siquiera éramos amigas. Así que… No necesitaba saber tanto sobre mí.
-Bueno, bueno. Daniela – me miró con una sonrisa pícara de oreja a oreja, haciéndome bajar la mirada a mi ejemplar de ‘Cincuenta sombras de Grey’, que tenía en la mano. - ¿Así que tú también has sucumbido a este libro?
Su ceja arqueada y su sonrisa provocaron un ligero rubor en mi rostro. ¿Qué carajo, que tenía de malo de eso? Me sentí como si me hubieran pillado con las manos en la masa mientras hacía algo realmente embarazoso.
-No hay necesidad de ponerse así, conejita.
-¿Conejita? – Repetí el sobrenombre que acababa de salir de su atractiva boca y ella me sonrió maravillosamente.
-Sí, ¿tienes algún problema con los apodos cariñosos?
Solo negué con la cabeza un poco sonrojada.
-El tal Christian Grey debe haber conseguido más mujeres que yo, y eso que llevo en el negocio desde los dieciocho años. – Sacudió la cabeza y se rió. – Pero confieso que, desde el lanzamiento de este libro, debo haber hecho más de treinta escenas de estilo BDSM.
*BDSM: Bondage. Disciplina. Sadismo. Masoquismo.
-¿De verdad?
-Sí. – dio la vuelta al libro, echando un rápido vistazo a la sinopsis.
-Y a ti… ¿Te gusta ese tipo de cosas? ¿Dominación y sumisión? – pregunté, repentinamente interesada.
La imagen de Poche con un látigo en las manos hizo que mis bragas se humedecieran tan rápido que creí que me estaba quemando.
-Aunque no es lo mío, confieso que si me gusta. ¿Y tú, Daniela? ¿Has hecho alguna vez algo así? – preguntó, mirándome fijamente.
-No, nunca – murmuré, negando con la cabeza.– Más para quitarme de la cabeza la imagen de ella arremetiendo contra mí, que para negar nada.
-¿Y tienes curiosidad?
-Bueno… - Maldita sea, ¿Le digo la verdad o no? – Después de ese libro, creo que cualquier mujer sentiría curiosidad. Es decir, es un tema muy diferente, que casi nunca se ha abordado, más aún de forma tan explícita y…
-¿Tienes curiosidad o no, Daniela?
Mierda. ¿Por qué esa pregunta la hizo en un tono más autoritario? ¿O era sólo mi imaginación? Sea como sea, mi intimidad palpitaba a cada minuto que pasaba.
-Sí, la tengo. – Murmuré, queriendo apartar la mirada, pero sintiéndome incapaz.
Poche tenía ese poder de aferrarme a ella, algo que nadie había podido ejercer sobre mí. Volvió a colocar mi libro en su sitio y dio unos pasos para situarse frente a mí. Pasó las yemas de sus dedos por mi cara, dejando que su pulgar acariciara mi labio inferior. Tenía ganas de cerrar los ojos, pero no lo hice. Quería ver hasta dónde llegaba.
-Eres tan hermosa, Daniela, y diciéndome estas cosas. Mi polla ya está tan dura que haría cualquier cosa por entrar dentro de ti ahora mismo, pero no lo haré. ¿Sabes lo que quiero ahora, Daniela?
Negué con la cabeza, tragando con fuerza.
-Quiero que te quites toda la ropa y te pares frente a tu cama, con los pies en el suelo y las manos en el colchón. ¿De acuerdo?
-Sí. – Murmuré.
Señaló la cama detrás de mí con la ceja, y me giré para ir hacia ella, pero me detuvo con un firme tirón de pelo, que ni siquiera me dolió, pero que fue lo suficientemente fuerte como para mantenerme quieta, con la cabeza inclinada hacia atrás.
-¿Si qué? – me preguntó Poche al oído, con voz severa.
Oh, joder…
-Sí, señora.
-Ve.
Me soltó y tardé unos segundos en mover los pies hacia mi cama. ¿Qué había pasado allí? Hace medio minuto, Poche era solo… Poche la actriz porno. Y Ahora tengo a una Dominante Poche dentro de mi habitación y la idea de obedecerla nunca había sido tan excitante.
Me quité rápidamente la ropa y me puse en la posición que me pidió. Estaba prácticamente a cuatro patas y me sentía vulnerable y a la vez sexy en esa posición, con mi culo y mi intimidad expuestos a ella.
-Abre más las piernas.
Su voz resonó en la habitación, haciéndome saber que no estaba tan cerca de mí. Abrí más mis piernas para ella, sintiendo que cada parte de mi cuerpo se erizaba mientras la curiosidad se acercaba a mi mente. ¿Qué iba a hacer conmigo? ¿Dónde estaba ella en ese momento, qué estaba haciendo exactamente?
Deseaba tanto esas respuestas, pero mi cerebro olvidó cada una de ellas cuando sentí el dedo de Poche acariciando en línea recta mi columna vertebral. Quise retorcerme con aquel movimiento perezoso y sensual, pero la posición me lo impedía y lo único que pude hacer fue soltar un fuerte suspiro mientras su palma abierta me acariciaba lentamente el culo.
-¿Confías en mí, Conejita? Nunca haría nada que te hiciera daño, ¿verdad? Recuerda que todo lo que hago es mucho más para tu placer que para el mío. Es puro placer y nunca haría nada para alejarme de eso. Has dicho que tienes curiosidad y yo estoy aquí para hacerte probar lo que quieras, cualquier cosa que haga y que no te guste, sólo tienes que decir “basta” ¿de acuerdo?
-Sí…
Una fuerte bofetada aterrizó justo entre mis nalgas, haciéndome jadear. Me habría caído de bruces en la cama si Poche no me hubiera sujetado por la cintura y me hubiera mantenido pegada a su cuerpo.
-¿Si qué?
-¡Sí, señora! – Respondí en un tono más alto de lo que pretendía, sintiendo que mi carne ardía y mi intimidad se humedecía aún más.
¡Eso fue jodidamente bueno!
-Bien. – me contestó en tono serio, demostrando que ella era la que mandaba aquí.
....
Continuamos mañana😇😌.
Buenas noches.