13. The ball

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Reese saltaba de un lado a otro aún agarrada a mi mano, observando cada mínimo detalle del pasillo real y gritando por ello segundos después.

Delante de mí caminaban nerviosos los señores Herron, tocando y arreglando cada vez más sus galas mientras nos acercábamos lentamente a la puerta que daba al salón principal donde sería el baile.

Mi ceño estaba fruncido. No me agradaba la sensación de estar rodeada de gente refinada y crítica con los demás. Tampoco deseaba encontrarme a Malik y tener que mantener una estúpida conversación con él solo por ser el príncipe de Aslondor.
Era irritante. Incluso mucho más que Besson. Pero eso nunca podría decirlo en voz alta.

Zachary carraspeó a mi lado y le observé curiosa. Corbyn le había comprado uno de los típicos trajes que él usaba y se veía muy extraño y gracioso.

—¿Por qué vinimos todos, Adela? —susurró aún molesto y tiró del cuello de su camisa—. El príncipe y el rey solo están interesados en tí.

—No están interesados en mí... Bueno, al menos Corbyn no, creo —rechisté y pellizqué su brazo—. El rey solo quiere ser agradable...

El rey era un maldito idiota que solo quería que su hijo se casara conmigo por alguna extraña razón.
Nos detuvimos en frente de la puerta y esperamos a que anunciaran nuestra entrada.

—Y ahora —la voz del capataz retumbó con eco por la sala y me aferré a Zach nerviosa—, los señores Herron y sus hijos.

Y entramos con una sonrisa que haría pensar a la multitud que teníamos la peste. Pero así eran los Herron. Humildes y tímidos incluso para sonreír.

Hice contacto visual con un atractivo y rubio príncipe vestido de blanco con adornos dorados y una sonrisa encantadora. Y desde el momento en el que mis ojos atraparon los suyos, no pude parar de pensar en él toda la noche.

No va a hablar contigo hasta que se acabe la noche, hay gente más importante con la que debe socializar. Es un príncipe. No...

—Buenas noches señorita Herron —su sonrisa divertida y el beso que dejó en mi mano no ayudaron en nada a mi piel, la cual se erizó con sorpresa.

—Buenas noches, príncipe Besson —realicé una torpe reverencia y le sonreí sonrojada.

Él me observó con atención y otra de sus dulces sonrisas quedó plasmada en sus labios y en mi mente. Era apuesto, pero seguía siendo bastante idiota y egocéntrico.
Debía concentrarme.

—Estás realmente preciosa —elogió y miré mi vestido encogiéndome de hombros sin darle importancia.

—Prefiero llevar mis otras ropas, pero gracias por su cumplido, príncipe —recalqué la última palabra con incomodidad—. No es por ser grosera...¿Pero no debería estar en otro lugar en este preciso instante?

Creía que no se acercaría a mí hasta el final de la noche, cuando tendríamos que escapar de la ciudad.
Era un príncipe, con responsabilidades y negocios que hacer ante la nobleza. Aunque su padre deseaba que se casara conmigo... No debería ser una prioridad en aquel momento.

Las mujeres no eran prioridades para gente como él. Corbyn podría tener a cualquier chica en la palma de la mano pero aún así le importaría más el oro, la caza, la lucha y los caballos.

—No, no me gustaría estar en otra lugar ahora... Adela —sonrió de una forma tierna y detuve el rotar de mis ojos conducido por mis pensamientos anteriores—. Debo enseñarte muchas cosas.

—¿Cómo qué? ¿Hay algo divertido aquí? —me burlé y tapé mi boca al darme cuenta de mis pocos modales.

Corbyn rió con las cejas alzadas y luego asintió lentamente. Desvíe la mirada avergonzado y mordí el interior de mi mejilla.

THE PRINCE; C.B Donde viven las historias. Descúbrelo ahora