6. The Prince

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Corbyn

—¿Dónde estabas? —exclamó de repente y detuve mi reverencia.

—Estaba dando una vuelta con Aurum, Padre. Pero me distraje un poco en el camino...

Mi cabeza se echó con algo de fuerza hacia un lado en cuanto la palma de su mano cruzó mi mejilla en un simple gesto.

Apreté mis labios en una fina línea y bajé mi mirada con vergüenza.

—¡No hay peros, hijo!, la ceremonia del dragón va a comenzar pronto y tú sigues vestido como un simple lacayo. Anda, ve a lavarte, le diré a Eben que te prepare un baño.

Asentí resentido y me fui por el pasillo sacudiendo mi cabello para quitar el polvo de este.

Acaricié mi mejilla algo dolorido y me detuve al darme cuenta de que haciendo eso solo conseguía más dolor.

Suspiré cansado y sonreí al recordar que había ayudado a esa chica. Adela.

Era blanca como la nieve, sus ojos azules como el cielo y esos hermosos labios tenían el mismo color que las rosas del castillo Ius mali*. Era preciosa y valiente por haberse acercado a aquel dragón.

—¿Encontraste la reserva secreta de armas de Jonah?

Miré a mi hermano, Daniel, de reojo y junté las cejas confundido. Por lo que parecía, ya había vuelto del pueblo y estaba dispuesto a molestarme.
Pero aquella pregunta suya me había dejado aturdido y no entendía a qué se refería con ello o qué deseaba conseguir.

¿Había ingerido sustancias venenosas otra vez?

—No —negué—. ¿Por qué lo dices?

Ojalá poder conseguir aquel tesoro armado de la familia Marais. Incluso solo verlo, admirarlo. Decían que era un mito pero cada vez que le preguntaba a Jonah; él sonreía sacarrón. Tenía que ser verdad.

—No sé, tienes una sonrisa estúpida —desvíe la mirada rodando los ojos, pero seguí sonriendo, ignorándole.

Esa muchacha sí había logrado ponerme de buen humor. De muy buen humor. Hacía tiempo que no me sentía así; desde que madre...

—¿Qué te ha pasado en la mejilla? —mi sonrisa se esfumó con la siguiente y rápida cuestión, y mojé mis labios mirándole de reojo.

—No importa —puse atención en como venía vestido y lo despeinado que estaba su cabello.

También tenía algunas marcas de labial en su cuello que me sacaron una risa.

—¿Te divertiste en el pueblo?

Él asintió con rapidez y sonrió ampliamente como un niño con un caballo nuevo. Rodé los ojos riendo, algo celoso por lo que él podía realizar y yo no.

—Me alegro...

—¿Es una chica? —preguntó de pronto, retomando nuestra conversación del principio y fruncí el ceño fingiendo confusión. Había dado en el clavo—. Porque... Si lo es; te aseguro que con esa cara de idiota no le habrás gustado ni un pelo.

THE PRINCE; C.B Donde viven las historias. Descúbrelo ahora