2. Day of Dragons

712 101 44
                                    

El sol comenzó a salir y con él, el sonido de las trompetas recorrían las calles de este a oeste y de norte a sur.

Gruñí sonoramente y rodé por la cama hasta el suelo.

El día del dragón había comenzado y sería el más largo del año.

Me puse el vestido que la señora Herron me guardó para una ocasión "especial" y peiné mi revoltoso cabello en un simple recogido.

Los gritos de los Herron ya se oían desde la planta baja. Reese no estaba en la cama a mí lado, así que deduje que ya se había despertado.

Salí del cuarto y deseé buenos días a todos.
Me sonrieron con amabilidad y la señora Herron me sirvió el desayuno.

Reese y Zach hablaban animadamente, mientras Ryan procuraba no dormirse comiendo un trozo de pan.

Reí un poco y terminé mi desayuno ayudando a la señora Herron a recoger los platos.

Cuando acabé con mi tarea, ya tenía a Reese tirando de mí vestido hacia la calle con Zach y Ryan detrás.
Los señores Herron salieron después de nosotros, pero se fueron por otro lado a socializar con los vecinos.

Todos estaban muy arreglados para la ocasión y los colores del día anterior en el mercado no se comparaban con los de hoy.

Banderines adornaban las fachadas de las casas y un gentío recorría las calles de lado a lado.

Sonreí al verlo y Reese soltó un gritito de sorpresa. Le encantaban estás cosas.

Zach se colocó a mi lado cuando los dos pequeños salieron corriendo entre los puestos y rió.

-Están demasiado emocionados -comentó sonriente.

Asentí con una pequeña sonrisa que se desvaneció con rapidez al recordar los eventos que sucederían el día de hoy.

-¿Qué pasa? -preguntó preocupado.

-No es nada -suspiré y fingí mi mejor sonrisa-. Es solo que este día no me agrada mucho.

-Oh. Es eso... -agarró mi mano y detuvo nuestra caminata para poder mirarme de frente-. No te debes preocupar Adela. No hace falta que vayas a la batalla si no quieres. Podemos quedarnos en el pueblo y montar a caballo por los prados de Avery.

Sonreí ante su propuesta asintiendo y le di un abrazo.

Jack Avery era un joven ganadero que vivía a las afueras de la ciudad. Le conocíamos por todas las veces que habíamos venido a Lectus para celebrar el día del dragón. Era costumbre que todo Curnos se desplazara la ciudad de la luz el día más largo del año, ya que solamente allí se podría disfrutar del sol hasta durante la primera vigilia, un evento mágico para todos.

-¡Hola Jóvenes! -nos separamos del abrazo y nos giramos hacia el comerciante-. ¡Formáis una bonita pareja! -me aguanté la risa y Zach me sonrió divertido-. Muchacho, ¿No querrías regalarle una bonita rosa a tu amada?

-No, gracias -el hombre frunció el ceño-. En verdad, yo la odio.

Nos fuimos de allí aguantando la risa y con la mirada confusa del hombre tras nosotros.

Nos solían confundir como pareja continuamente. Éramos muy unidos y se notaba por nuestro 'no parecido' que no éramos hermanos de sangre.
Pero yo sí le consideraba a él como uno de verdad.

La gente siempre nos veía raro por aquello. No era muy común que un chico y una chica que no eran hermanos vivieran bajo el mismo techo sin ser novios, o incluso esposos.
Pero Zach y yo nunca podríamos estar juntos de esa manera.

Nos conocíamos desde que éramos bebés y nos hemos tratado siempre como hermanos. ¿Por qué habría que cambiar las cosas?

-Quería la rosa -bromeé cruzándome de brazos.

Él rió negando y agarró un hiervajo del suelo.

-Toma -me lo entregó bruscamente-. Esto sí se compara a tu belleza.

Le di un manotazo en el hombro y volvió a reirse el muy sinvergüenza.
Pero sus risas pararon de inmediato y me dejaron preocupada.

-Vamos a otro lado, Adela -cogió mi mano y me obligó a andar.

-¿Qué? -le detuve con desconcierto-. ¿Por qué?

El rugido feroz de algún animal me hicieron girarme hacia la razón por la cual Zach me quería sacar de allí.
Un dragón.

Estaba enjaulado rugiendo y moviéndose de un lado a otro intentando quitarse las cadenas. Soldados se encontraban a su alrededor pinchándole con lanzas y gritando soberbias.

El dragón era azul, escamas relucientes y ojos verdes. Una hermosa especie, pero maltratada con heridas en sus costados y alas. La sangre no cesaba de salir de su cuerpo mediante una herida abierta en el ala izquierdo.

Si no le dejaban en paz, moriría antes de que la batalla se celebrara.

-Adela -me avisó Zach prediciendo mis intenciones-. No hagas nada.

Le miré suplicante y luego de nuevo al dragón.

-No puedes hacer nada -dijo y agarró mi brazo-. Olvídalo.

Me arrastró por las calles como a una niña pequeña, mientras yo miraba al pobre dragón vacilante.

Nunca supe el por qué, pero amaba a los dragones. Tenían un algo... Que me llamaba hacia su extraño aspecto y ojos brillantes.

Mis encuentros con dragones siempre habían sido hermosos, nunca me habían hecho daño. Ellos nunca querrían herir a nadie que no les había hecho nada a ellos.

Solo eran agresivos cuando veían algún tipo de peligro y también si sus bebés se encontraban con ellos.

Eran como nosotros, tenían la misma naturaleza de luchar por su familia. Solo que ellos no nos mataban por diversión.

No iba a hacer nada. No iba a hacer nada todavía. Y no lo había olvidado. No podría olvidarlo.

Salvaría a ese pequeño, como que me llamaba Adela Silvana Herron.

THE PRINCE; C.B Donde viven las historias. Descúbrelo ahora