20. The biggest sin

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—Adela —me giré ante el llamado de mi madre, quién escrutaba duramente con la mirada a Corbyn—. ¿Podrías venir un momento?

Desvíe mis ojos al rubio con pesar, luego observé a Nox ronroneando por el tacto que le obsequiaba el ojiverde. No quería irme.

Me estaba despidiendo de mi querida dragona, a la cual no vería en varios meses. Pero, ¿Quién sabía aquello? Quizás esta sería la última vez en la que podría gozar de su compañía.

Corbyn asintió en mi dirección para que fuera con mi madre, nervioso, con los labios apretados, lo que me produjo una sonrisa divertida.

Sabía lo que significaba esa acción. Era algo inconsciente que el chico realizaba intentando esconder la prueba de los besos que habíamos compartido minutos atrás.

Apretaba los labios porque le daba miedo lo que podría pensar mi madre. Carraspeé intentando no pensar mucho en ello para no sonrojarme.

—Voy —susurré y Sophia desapareció de la carpa para esperarme fuera.

Me levanté del suelo y volví a mirar a esos dos, disfrutando de la compañía que se brindaban mutuamente.

Y pensar que al principio se querían matar.

Reí silenciosamente y salí de la carpa después de dejar un beso en la cabeza a cada uno, lo que hizo reír al rubio.

—¿Qué deseas? —pregunté educadamente en cuanto me encontré con los ojos de Sophia.

—Te vas a marchar está tarde y desearía regalarte algo para que me recordaras —explicó sencillamente y comenzó a caminar entre las chozas de la aldea, con intención de que la siguiera.

Vacilé al principio, pero era mi madre y no tenía nada que perder. No todo podía ser malo.

Entramos en una pequeña cabaña. Su cabaña.
Ella anduvo con decisión hasta un gran baúl y me hizo señas con las manos para que me acercara. La obedecí y en silencio y me arrodillé junto a ella.

—Todo el clérigo piensa y dice que el pecado reside en el cuerpo de la mujer. Y todo ese pensamiento pasa al pueblo —murmuró buscando en aquel baúl sin mirarme—. Si te tocan; es tu culpa, si te miran; perteneces a un burdel. Si estás con un hombre antes del matrimonio; tu familia ha sido manchada por tu soberbia. Vivimos por y para los hombres, cuidar niños y estar en el hogar. No podemos pensar por nosotras mismas, no podemos luchar en guerras, nos creen inútiles. Para ellos solo somos una máquina de diversión y de crear bebés —sacó unas prendas del baúl y me miró—. Adela, no actúes como ellos quieren que lo hagas. Vive tu vida, disfruta, rompe las reglas; se libre. —sonrió con astucia y me entregó la ropa—. Si se supone que somos el mayor pecado, demuéstrales que eres el peor.

Miré la ropa con cuidado y luego observé a mi madre fijamente.

Nadie nunca me había dicho o insinuado tal cosa. Pero era algo que siempre había deseado oír, aún ni siquiera pudiendo haberlo hecho cruzar por mi mente.

Sabía que la mentalidad del pueblo era diferente a la mía y, por lo visto, también a la de mi madre.

¿Corbyn pensaría como todo el mundo?

Dejé mis pensamientos atrás y abracé a Sophia con fuerza.
Aquello sí que me parecía un gran regalo y me alegraba que los últimos momentos que íbamos a pasar juntas no se centraran en regaños.

—Gracias —susurré y ella solo me sonrió acariciando mi cabello.

—Ponte la ropa, te va a gustar —aseguró y asentí con furor, como la niña pequeña a la que no había tenido oportunidad de ver crecer.

THE PRINCE; C.B Donde viven las historias. Descúbrelo ahora