10. Yes, sir.

197 25 7
                                    

-𝗖𝗢𝗥𝗕𝗬𝗡
c o r b y n

Me senté en el sofá del gran salón de juntas y mantuve la mirada gacha mientras mi padre y sus consejeros reales discutían sobre lo sucedido en el combate. Mi pecho dolía y todavía se me hacía pesado respirar, pero mantuve la compostura solo para que la guerra no fuese adelantada por el maldito acto de Malik.

—¡Es una vergüenza! —las palmas del rey chocaron contra la mesa, pero no me inmuté. Sabía que si mostraba miedo las cosas irían a peor—. ¿Cómo se atreve a manchar así la corona de Lectus en nuestro propio terreno?

—Deberíamos atacar ahora mismo, antes de que sean más y así acabar con todo de una vez.

Mis ojos se alzaron hasta el hombre que habló. Calvo, con bigote largo, esbelto y de unos sesenta o setenta años. No lo había visto en mi vida y por ello no dejaría que su opinión interfiriera en mi padre.

No quería que la guerra empezara antes de lo esperado. Aquello significaba muchas cosas para mí y todas eran malas. El pueblo no tendría tiempo para prepararse, morirían en cuanto las trompetas negras sonasen. Aquello incluía a Adela.
Sería todo doloroso, sangriento, agotador y si después de la batalla seguía vivo... Me harían rey de inmediato.

Odiaba la simple idea de tener que actuar como mi padre, controlado, sin escrúpulos, egocéntrico y avaricioso.
La corona cambiaba a la gente.

El señor Marais me miró con atención, frunciendo el ceño al igual que los labios, antes de mirar a mi padre cuando esté lo llamó.

—Lohan, ¿Qué piensas tú? ¿Cuál debería ser la táctica de combate? —Seguí con mis ojos al padre de mi mejor amigo, casi suplicando con la mirada que no pensara lo mismo que el calvo.

—Sería estúpido —el bigotudo frunció el ceño dando un paso hacia atrás, ofendido—. Está claro que han saboteado la justa para enfadarte, mi señor. Y que de ese modo; tomaras medidas apresuradas que les llevaría a la victoria. Ocultan algo y adelantar la guerra solo nos pondría en evidencia ante todos los demás poblados de Curnos.

Oculté una sonrisa de niño pequeño y asentí formalmente con el rostro más serio que tenía. Mi padre miró al señor Marais y luego a mí. Le mantuve la mirada lo mejor que pude.

—Está bien, seguiremos tu plan, Lohan —los demás consejeros del rey dieron un asentimiento con alguna que otra palabra de conformidad. El calvo simplemente bufó y se mantuvo alejado de los demás—. Ahora déjenme un tiempo a solas con mi hijo.

Por los bárbaros de Lufkin, estaba muerto.
Pasé saliva silenciosamente a través de mi garganta y esperé cabizbajo con las manos entrelazadas a que los hombres saliesen de la sala después de una reverencia ante mí y mi padre.

Tiró la espada que llevaba en el cinturón delante de mí, sobre la mesa, olvidando que con un diferente ángulo podría haberme matado. Cerré los ojos no aguantando más el temor que corría por mi sangre.

—¿Sabes lo que es esto, Corbyn?

—La espada del abuelo, señor.

Asintió despacio, sin querer mirarme y caminó lentamente hacia mi posición, apoyándose en la mesa frente a la que estaba sentado.

—¿Sabes qué representa?

Mojé mis labios con un suspiro, ya sabía a dónde iba con esta conversación.

—Respeto, valentía, coraje y...

—Fuerza —escupió él y tiró de mi cabello para que le mirase. Gemí dolorido ante aquello pero le hice caso y me mantuve callado—. Ha sido realmente patético cómo terminaste en el suelo con un simple golpe. Ni siquiera te volviste a levantar y...

THE PRINCE; C.B Donde viven las historias. Descúbrelo ahora