8. Sabotage

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Me incliné sobre el asiento con el cuello aún estirado en cuanto oí las trompetas sonar.

El combate había dado comienzo y los dos príncipes estaban ya en posiciones, con las lanzas preparadas y las riendas de los caballos bien sujetas.

Bajaron sus cascos y se retaron con la mirada hasta que la última trompeta dejó de sonar.
Fue entonces cuando los caballos empezaron a trotar directos a sus respectivos enemigos.

No podía negar que aquello me estaba poniendo en un estado de angustia y nervios que me robaba el aire.

Las gradas se quedaron en silencio, al igual que el palco real.
Los caballeros de Aslondor miraban a Zayn tranquilamente, con una sonrisa de autosuficiencia en el rostro. Como si supieran que iba a ganar.

Estaban a 10 metros el uno del otro cuando las lanzas de cada uno chocaron contra el pecho del otro.
La lanza de Corbyn se partió en el procedimiento y todo el mundo ahogó una exclamación. La lanza de Zayn impactó con fuerza en el pecho del rubio y le tiró del caballo.

Un pequeño gritó de horror escapó de mi boca al observar el impacto. Eso debía de haber dolido en demasía.
Los caballeros de Aslondor comenzaron a aplaudir eufóricos y a vitorear el nombre de Zayn.
El susodicho alzó los dos brazos en señal de victoria y se bajó del caballo ágilmente, sin mirar al rubio siquiera una vez.

Bajé de las gradas con rapidez en cuanto vi como se llevaban a Corbyn fuera de la arena, siendo levantado por dos hombres mientras el tercero tomaba las riendas de su corcel para llevabarlo al establo.

Oí como Zachary gritaba mi nombre pero no le presté atención.
Solo quería asegurarme de que Corbyn estaba bien, nada más.
Le debía un favor después de todo.

Me hice paso entre la gente hasta una especie de carpa beige cerca de las caballerizas. La enfermería.
Dentro se encontraban diferentes tipos de camillas sobre la tierra polvorienta y varias señoras deambulaban de aquí para allá, trayendo trapos, agua, pinzas enormes, bandejas...

Me costó encontrar a Corbyn entre los que habían sido heridos en el entrenamiento, debido a que estaba rodeado de gente escandalizada por lo sucedido.

—¡Ya basta! —el príncipe exclamó junto a un gruñido de dolor y se incorporó solo un poco en la cama—. Todos los que solo hayan venido a mirar; ¡fuera!

Y en cuanto lo pronunció, todos los aldeanos y miembros de la nobleza caminaron rápidamente hacia la salida. Me quedé quieta esperando, con la cabeza gacha, tomando uno de los trapos que había sobre la mesa para fingir que era una de las sanadoras.

Solo quedaron dentro, junto a las mujeres y los heridos, dos muchachos. Un chico castaño de ojos azules y piel pálida, y otro moreno con ojos verdes y buena forma física.

El segundo en cuestión me resultaba familiar... Pero no podía encontrar en mi cabeza la razón por la cual creía conocerle.

—Quédate quieto, Corbyn —farfulló el moreno—. Así no te podemos sacar la armadura.

—Pero duele —dijo entre dientes el rubio mientras se agarraba de la camilla.

—Te comportas como un bebé—murmuró el de ojos azules con burla y Corbyn le dedicó una mirada horrible—. Lo siento, príncipe —entonces me miró y frunció el ceño algo sorprendido—. ¿Hola?

Le saludé con una sonrisa tímida, tragué saliva y di un paso al frente.

—¿Puedo ayudar?

El moreno se giró hacia mí y se quedó quieto. Al observar su rostro con más detenimiento; me acordé.
Era el muchacho que me había librado de ser vendida a aquel caballero de Aslondor.

THE PRINCE; C.B Donde viven las historias. Descúbrelo ahora