Capítulo Trece

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¡Hace menos de veinticuatro horas alcanzamos las 90 mil visitas!
No puesto estar más feliz con el recibimiento que le estáis dando, tanto las que estuvisteis desde el inicio hace años como a las/os/es nuevas/os/es  lectoras/es.

Espero que os guste este capítulo y espero volver pronto con otro más.

Todo esto es gracias a vosotros y siempre estaré eternamente agradecida.

Ahora si, os dejo disfrutar del capítulo.

Nos leemos, gracias.

***

Mi cabeza maquinaba a toda velocidad y mi corazón palpitaba contra mi pecho, retumbando en mis oídos.

Sabía que era peligroso. Sabía que estaba jugando con fuego. Sabía que debía huir. Pero nunca hubiera imaginado cuán grande era el alcance de Montgomery.

Sentía que la respiración se me atascaba en el pecho mientras un dolor agudo me recorría el brazo desde este.

Necesitaba salir de ahí, necesitaba huir.

No podía esperar. Me daba igual el maldito vídeo, me daba igual quedar de puta u ordinaria. Solo quería desaparecer. Irme lejos y no volver a verlo.

Mateo se acercó cautelosamente y me agarró de la mano, apretándola entre la suyas e intentado hacer contacto visual conmigo, pero era incapaz de moverme.

Tenia la vista clavada en el suelo, con la angustia apoderándose de mi cuerpo, con las ganas de llorar escociendome en las entrañas.

¿Cómo había sido tan tonta? ¿Como había acabado así? ¿Cómo iba a salir de esta?

La voz de Mateo llegaba como un eco a mis oídos, pero como entraba, salía sin ser procesada.

No era capaz de entender las palabras que me llegaban como susurros. No era capaz de ser consciente de algo más que no fuera el pitido sordo en mis oídos, aislándome del exterior, envolviéndome en una burbuja de ansiedad.

—Kenna, respira conmigo. —La voz de Mateo llegó como un murmullo, pero lo suficiente alto como para girarme y encontrarme con sus ojos esmeralda—. Inspira y expira, repítelo.

Tomó una respiración profunda por la nariz y la soltó lentamente por la boca y me miro a la espera de que le imitase.

Todavía con mi mano entre las suyas, respiré hondo y solté el aire de manera temblorosa.

—Muy bien, otra vez.

Me guió por lo que pareció una eternidad hasta que el corazón dejó de golpearme la caja torácica y mi piel dejó de transpirar. Le apreté las manos, casi por instinto, en el momento en el que sentí que volvía a ser consciente de las conversaciones vecinas y del leve murmullo que hacía un violín en una esquina de la sala.

—Gracias —susurré, aún confusa por lo que había pasado.

Nunca antes me había sentido así, nunca había perdido el control de mi propio cuerpo ni había perdido la noción del espacio-tiempo.

Por un momento, había sentido que estaba muriendo.

—No es necesario que me agradezcas, estas cosas no pueden controlarse.

—Estas... ¿cosas?

La compresión cruzó su rostro y suavizó sus facciones. Por un momento, casi pareció que me miraba con genuina ternura.

—Los ataques de pánico —explicó cautelosamente—. ¿Es la primera vez que sufres uno?

¿Eso había sido? ¿Un ataque de pánico?

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2022 ⏰

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