Maratón 1/2
La semana de prueba había terminado y la había pasado con éxito, por lo que, desde ese mismo instante, pasaría a ser, oficialmente, una de las camareras de Bad Souls.
Como ahora solo trabajaba los fines de semana, tenía tiempo de salir con mis amigos, aparentando que mi vida seguía siendo igual de aburrida que hasta hacia casi dos semanas.
A la primera en llamar fue a Aysel.
—¿Hola?
—Hola Aysel, soy Kenna.
—¡Ah, Kenna! ¿ya no estás desparecida? —soltó una risita—. ¿Qué te cuentas? ¿te apetece dar una vuelta? —sin verla sabía que estaba moviendo las cejas pícaramente, por lo que fue inevitable que una pequeña sonrisa se formara en mis labios.
—Por supuesto, me apunto a lo que sea. Aunque antes hay algunas cositas que te tengo que contar —le hice saber en tono misterioso.
—¡Ah, perra mal parida! ¿qué has hecho? ¿qué ha pasado? ¡tienes que contármelo todo ya mismo!
—Todo a su tiempo amiga, todo a su tiempo —la calmé—. Y, por favor, no saques conclusiones precipitadas, que te conozco —señalé.
—¡Hija puta! —gritó—. ¡No puedes decirme que tienes muchas cosas que contarme y después callarte la lengua, y decirme que me tranquilicé! —la escuché respirar profundamente, para tranquilizarse—. Y, por favor, no me digas que no saque conclusiones o mierdas, porque tú misma eres la que hace que cree estas estúpidas conjeturas —reprimí una risa por el falso enfado que estaba representando.
Aysel siempre había sido muy melodramática y le gustaba añadir su escena teatral a toda conversación.
—Vale vale —suspiré—. Te contaré todo nada más verte.
—¿Y a qué esperas? ¡Te espero en diez minutos en la puerta de mi casa y ni se te ocurra llegar tarde! —antes de que pudiera reclamarle nada, me colgó, dejándome, escuchando el incesante tono muerto de la llamada al otro lado.
Con un doloroso bufido, arrastré los pies hasta la puerta y salí de la casa, no sin antes lanzar un grito al aire avisando de que saldría, sin saber muy bien si alguien me escucharía.
Me esperaba una larga tarde.
∞∞∞
Al llegar a la pequeña casa de ladrillos rojos y estilo hogareño, me encontré con la puerta abierta. Negué con la cabeza y no pude evitar pensar que algún día le darían un susto a mi amiga si seguía con esa maldita costumbre.
Subí la escaleras del porche y entre en la casa, encontrándome con Aysel, Jacob, Tanner, Mackenzie y Rajiv tumbados en los anchos sofás con varios paquetes de Doritos y Pelotazos en sus regazos, casi vacíos y con restos de migas por toda la sala.
Todos parecían enfrascados en una conversación muy interesante, por lo que no notaron mi presencia.
Para remediar aquello, pegué un grito, que los hizo caerse de su asiento al suelo, dejándolos a todos con el culo adolorido.
Me miraron repentinamente, con una mirada fulminante, que me hizo pensar que, si las miradas matasen, yo ya estaría a diez metros bajo tierra.
Rajiv fue el primero en hablar.
—¿Tú nunca puedes aparecer como las personas normales o qué? —preguntó con un gran ceño fruncido y sobándose el trasero.
—Qué —contesté con una sonrisa burlona, al tiempo que me tiraba en el sofá, en el lugar en él estaba anteriormente.
ESTÁS LEYENDO
Pensamientos censurados
RomanceKenna Fletcher ha vivido siempre para contentar a los demás. Censurándose por completo. Censurando sus pensamientos. Pero ya no puede más. Se ha estado conteniendo. Pero se acabó. La verdadera Kenna va a surgir y va a arrasar con aquel que intente i...