Capítulo Dos

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Mi primer día trabajando en aquel bar había llegado. ¿Estaba nerviosa? No iba a mentir y a decir que no, ¡por supuesto que lo estaba! Es decir, ¿cuántas veces ibas a trabajar a un bar de madrugada y sin conocer a nadie?

Algunas personas se ponen nerviosas cuando saben que están a punto de entregar algo tan importante y valioso, pero yo solo puedo sentirme ansiosa por esta noche y estoy deseando que llegue.

En realidad, estoy en periodo de prueba toda esta semana y, si paso con éxito, pasaré a trabajar viernes, sábado y domingo de ocho de la tarde a ocho de la mañana, con un descanso de dos horas. Supongo que no es difícil adivinar que haré esas horas.

Aunque, de momento, solo tendré que trabajar de diez de la noche a cuatro de la mañana, de lunes a viernes. Y con una sola hora de descanso.

El encargado, un hombre de treinta y pocos años, se llama Jared. Me informó de que él no es el dueño y que a él lo conoceré esta noche. También me advirtió que tenía que usar prendas cortas, pero que no era necesario enseñar de más, que en Bad Souls eran legales y que no debería tener ningún tipo de relación con los clientes. Claro, por lo menos no obligatoriamente.

Al estar tan lejos el bar, tenía que arreglarme con mucha antelación, para poder llegar a tiempo, ya que era una hora y media en scooter.

Salí del salón y subí las escaleras para ir a mi habitación. Entré y me dirigí al armario, sin detenerme en detallarla, y me puse a buscar entre mis prendas algo decente para esa noche.

Después de varios minutos buscando, me decanté por unos pantalones cortos de cuero, que me hacían un espléndido culo y, para complementarlo, cogí un top de encaje negro.

De ropa interior cogí un tanga rojo de encaje, pero no me puse sujetador.

Antes de ponérmelo, decidí que sería mejor no hacerlo, pues si mis padres me veían con esa ropa iban a poner el grito en el cielo y no me iban a dejar salir.

Con mucho cuidado la metí en mi bolso y la cubrí con mi chaqueta de cuero negro, para que no se viese.

Una vez que vi que todo estaba en orden y que no me dejaba nada, bajé y me despedí de mi familia, diciendo que iría a casa de Aysel y que llegaría tarde; que no me esperaran despiertos. Ellos solo asintieron y me dieron el visto bueno; como siempre.

Supongo que el problema de que tenga tantas ganas de experimentar en el mundo del sexo es que mis padres nunca fueron estrictos a la hora de que saliera y, que, aun así, no había conseguido tener ni un rollo de una noche. Aunque eso también se debía a que mis amigas nunca paran de advertirle a los chicos que se me acercaban de que era purita, lo que hacía que ellos huyeran a por una con más experiencia.

Gilipollas.

Troté por el porche y fui al garaje, de donde saqué mi preciada moto y salí dirección al bar.

Cuando ya había salido de la ciudad y me rodeé de campo, apagué el motor y cogí mi bolso, me coloqué entre unos matorrales y, con cuidado, me saqué la ropa que llevaba puesta y me vestí con lo que había escogido anteriormente, colocándome la chaqueta por encima para no pasar frío en lo que quedaba de camino.

∞∞∞

Llegué al bar y ya estaba en pleno apogeo, a pesar de que apenas y eran las diez de la noche.

Subí las escaleras de la entrada y entré al local, dirigiéndome a una puerta con un cartel de Prohibido el paso, sólo personal autorizado. Allí dentro había servicios, maletines de primeros auxilios y delantales de camarera, que consistían en un trozo de tela con un bolsillo y con el nombre correspondiente de su dueña bordado en la esquina, que sólo cubría de mi cintura hasta un poco más abajo de mi pantalón y que se ataba con una cuerda alrededor de la cintura.

Pensamientos censuradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora