Capítulo Tres

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Salí de la oficina del encargado lo más rápido que pude y caminé a la primera mesa que vi, intentando que al trabajar se me olvidara lo que acababa de ocurrir.

La mesa a la que me dirigí inconscientemente estaba siendo ocupada por tres chicos y tres chicas, al parecer era una salida en parejas ya que cada chico estaba tomado de la mano de una de las chicas.

—Buenas noches, ¿les han tomado ya nota?

—No, pero nos gustaría pedir ya- respondió un rubiales de lindos ojos azules.

—Bien, pues diganme qué le pongo —cogí la libreta y abriéndola por una página cualquiera, apuntando en la esquina el número de la mesa.

Mesa número: tres.

—Yo quiero un sex on the beach.

—Yo un gin tonic.

Y así siguieron hasta que hubo seis bebidas distintas apuntadas en mi libreta junto con media ración de nachos con queso.

—Muy bien, en seguida se los traigo- les regalé una sonrisa y me abrí paso entre la gente para llegar a la barra.

Al llegar sólo había un chico en ella, por lo que viendo su nombre en el delantal lo llamé, para demandar el pedido.

—¿Sí?

—Soy Kenna, la nueva camarera —me presenté, siendo consciente de que no me conocía—. Traigo el pedido de la mesa tres.

—Ah, bien. Dime lo que es y ahora te aviso para que se lo lleves —me regaló una bonita sonrisa de dientes blancos y sus pequeños ojos castaños se achicaron, dándole una imagen muy graciosa e infantil.

Automáticamente arranqué la hoja donde había apuntado los pedidos y se la tendí, él lo clavó en un hierro de metal, donde ya había varios papeles similares.

Tardó tan sólo cinco minutos en tener lista mi bandeja con las seis bebidas y me indicó que lo fuera llevando.

Me abrí paso entre la gente y llegué a la mesa. Con cuidado fui depositando las bebidas en ella.

—Aquí tienen, en un momento les traigo los nachos.

—Muchas gracias, linda —el agradecimiento del rubio de antes me tomó desprevenida, pero me compuse rápidamente y le di mi mejor sonrisa.

Quizás debí darle una sonrisa coqueta, pero no estaba segura de sí la chica de su derecha era su novia o no, y tampoco quería ser una rompe parejas.

—Es mi trabajo —me encogí de hombros y volví a la barra a por los nachos.

Si todos los trabajos de camarera eran así, tendría que haberme puesto a trabajar hace mucho.

∞∞∞

Por fin había llegado mi hora de descanso y no era para menos que estuviera tan agradecida, ya que en las últimas horas el bar se había llenado por completo y apenas dábamos abasto. A pesar de que una parte de mi cuerpo me pedía a gritos pasarme el descanso sentada y sin hacer nada, había otra que me reclamaba usar ese tiempo para buscar un poco de diversión.

Lógicamente, acabó ganado mi parte en busca de diversión, por lo que me subí un poco los pantalones disimuladamente, enseñando los cachetes y me puse a caminar entre la multitud, más específicamente hombres, moviendo las caderas y el trasero, para así tentar a las hormonas masculinas.

No tardó mucho en hacer efecto mi táctica, ya que momentos después, unas manos agarraron y apretaron mi trasero, para después tirar de mí y hacer que mi espalda se encuentre con un musculoso pecho.

Pensamientos censuradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora