Capítulo Seis

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Maratón 2/2

Me había inventado toda una historia sobre cómo, cuándo y dónde había conocido a Logan que, afortunadamente, había sonado creíble.

Sólo se la conté a Aysel y a Mackenzie, prohibiéndoles rotundamente comentarle algo a los chicos y así dejar en tema pasar. Aunque seguramente también le tenga que dar explicaciones a Tanner y, con lo insistente que es, tendré que soltar lengua, a no ser que quiera que me la corte.

Hipotéticamente había conocido a Logan en un bar en el que él trabajaba (que no era del todo mentira). Me había servido mi café y había dejado su número de teléfono en el paquete de azúcar que había en la taza. No lo llamé, si no que hablé con él cuando acabó su turno y empezamos a tontear. Cuando vimos que se hacía tarde, le di mi número y, así él, me llamó al día siguiente para tomar otro café y así hasta que fuimos quedando todos los días y, uno de ellos, nos acabamos acostándonos. Y, aunque no habíamos formalizado, nos gustábamos y estábamos en el punto en el que decidíamos cuál era nuestra relación.

Cuando acabé, Aysel dijo que era hermoso y que debía de presentárselo cuanto antes y Mack sólo dijo que ojalá su primera vez hubiese sido así de bonita.

«Si tú supieras...», había pensado en ese momento.

Minutos después bajamos y nos encontramos a los chicos comiendo pizza. Por lo visto la habían pedido sin avisarnos y la estaban devorando enterita.

—¡Oye! —exclamamos las tres al unísono.

Ellos sólo se encogieron de hombros y señalaron la pizza, enseñando que había tres trozos apartados. Nosotras los miramos sin poder creérnoslo, ¿creían que nos conformaríamos con un sólo trozo para cada una, cuando habían pedido tres pizzas? Qué equivocados estaban. Sin embargo, nos conformamos con esos trozos, para después hacerles ver alguna película ñoña, a pesar de que tampoco son de nuestras favoritas. Todo por hacerlos enfadar y hacerles ver que no se pueden salir con la suya tan fácilmente.

A la hora de elegir la película nos dejaron a nosotras, como bien habíamos predicho y, para joderles, pusimos una película que tenía más de diez años y, además, era de amor.

Cuando vieron en la pantalla el título «Un paseo para recordar» casi se ponen a gritar y a reclamarnos, pero se callaron al darse cuenta de nuestras miradas asesinas.

Felizmente, nos acomodamos en los sofás y vimos la película en un sorprendente silencio.

Horas más tardes la película ya había acabado y, al ver que eran ya cerca de las dos de la mañana, decidimos quedarnos todos en casa de Aysel a dormir, no sin antes mandarles un mensaje a nuestros padres para avisar.

Aysel, Mackenzie y yo dormimos en la habitación de Aysel, mientras que los chicos, durmieron en la habitación de invitados.

Nos acomodamos entre las sábanas y pronto el sueño hizo efecto en mí, sumiéndome en la oscuridad.

∞∞∞

—¿Diga?

—Pequeña y dulce Kenna, es un gusto volver a oírla.

Un pequeño escalofrío, que no supe identificar, me atravesó la espina dorsal al reconocer al dueño de esa voz.

—Wren Montgomery, no sé si puedo decir lo mismo.

Dios, ¿soy bipolar? Ahora me lo estoy planteando muy seriamente, ¿por qué hay veces en los que me encanta la idea de poder estar con él íntimamente, pero, otras veces, me aterra? Sólo con escuchar su voz se me ponen los pelos de punta, pero, al mismo tiempo, es capaz de hacer que mi cuerpo reaccione.

Pensamientos censuradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora